Impedimento inexplicable

Impedimento inexplicable

Conduce su vehículo en sentido norte/sur por la avenida Tiradentes y pretende doblar hacia el este al llegar a la intersección con la avenida 27 de Febrero. No puede. Mejor dicho, no debe hacerlo, pues uno de esos letreritos de “no vire a la izquierda” le advierte de los posibles inconvenientes. Sobre todo si a pocos metros se encuentra algún agente de tránsito. ¿Tiene sentido este impedimento? ¡Claro que no! Es otro de esos absurdos que prevalecen entre las regulaciones del tránsito vehicular de Santo Domingo.

¿El objetivo? Crear el caos. O promover violaciones a las normas que rigen la circulación vehicular. O generar desesperación en cuantos ocupan los vehículos que marchan por éste y otros sectores. Pero más que nada, logra incrementar el gasto de combustible en los vehículos cuyos conductores viven en sectores cercanos, como El Vergel. ¿Por qué? Porque quien vive en la calle El Vergel, por ejemplo, debe seguir hacia el sur para doblar al este por la Pedro Henríquez Ureña. Más adelante lo hará al norte por la calle César Dargam, y, desde ésta, entrará entonces y sólo entonces al sector donde vive.

¿Es ello necesario? Indiscutiblemente que no. Desde un punto de vista estrictamente legal está obligado a dar esa enorme vuelta para llegar a su meta. No existen, sin embargo, impedimentos físicos insalvables. De hecho, cuando se rediseñó la 27 de Febrero, se podía doblar a la izquierda desde la Tiradentes, tanto al bajar al sur como al subir al norte por esta última calle. ¿Por qué se decidió prohibir este giro? Supongo que en razón del desorden que armaban los conductores que iban a doblar, pues ocupaban los carriles de aquellos que debían continuar en línea recta.

La drasticidad de la disposición rompe con la lógica. Si esta fue la causa, todo cuanto debieron disponer fue que la luz verde diese paso concomitante a los que doblaban, en cualquier sentido, y a los que seguirían derecho. De tal manera no se arremolinarían, nunca, los que deseaban girar a la izquierda. Y la prueba de lo prudente de una medida como la recomendada la tenemos al rememorar las experiencias vividas en los días de los Juegos Panamericanos.

Desde unos días antes y después de estas competencias, en la Tiradentes podía girarse hacia la izquierda, desde el sur y desde el norte, hacia la 27 de Febrero. En aquellos días pensé que lo expeditivo del movimiento vehicular permitiría sobrevivir la disposición. Más no ocurrió esto. Tan pronto supimos la salida del país de los últimos competidores, restablecimos el absurdo. Y con él vivimos día tras día con la excepción de domingos y días festivos, en que menos vehículos y menos gente salen a las calles.

Y lo grande es el drama al que tenemos que someternos, día tras día, en las horas de mayor congestionamiento vehicular, que son las de entrada o salida de los diversos lugares de trabajo o educación.

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