Varios filósofos y políticos en el curso de la historia han escrito sobre la filosofía de la ideología, considerada esta en sus distintas modalidades según las ideas y relaciones de los signos que las expresan. En este artículo nos interesa la ideología política, la cual está tan debilitada, en muchos casos, que está originando el flagelo del transfuguismo a una velocidad que alarma en el quehacer partidario.
Se supone que la afiliación partidaria la determina la ideología que profesa el individuo como parte de una sociedad y su cosmovisión, aunque no existe una ideología que pertenezca a una sola persona, más bien es un conjunto de ideas determinadas conscientemente compartidas por un grupo social o sociedad y como tal se constituye en un rasgo de identidad fuerte. Es la ideología verdadera.
La práctica del clientelismo en la mayoría de los partidos políticos en la región es la causa principal de la desideologización; el interés personal y grupal es la causa de esa práctica, donde la sociedad, el pueblo, deja de ser el centro de actuación, de vocación de servicio, de humanismo, de solidaridad, en gran parte de dirigentes políticos. Esa práctica es muy común en los procesos electorales, que sin la causal del interés personal, pudiera considerarse como algo normal en la conquista de las preferencias del elector, realizada con dignidad, igualdad y equidad.
La casi epidémica creación de nuevos partidos políticos, sin contenido programático ni identidad ideológica, a la luz del transfuguismo, también es una causal de la desideologización, respetando el derecho de sus creadores, pero que fomenta una cultura colectiva de que a “cualquiera” se le puede ocurrir fundar una entidad partidaria aún sea para pulsear con sus antagónicos o crear una falsa conciencia sobre las condiciones materiales de existencia de los individuos, como forma de atraerse seguidores. Esos vacíos ideológicos conllevan a que el comportamiento individual se aparte de la ética y la moral que debe caracterizar a un ente político que sustenta su creencia y pensamiento en la verdadera práctica social.
No existe posibilidad de escapar a una ideología bien definida! En esta calidad de ideología la conquista de adeptos se basa en un plan de acción para el sistema social en los ámbitos político, económico, social, cultural, capaz de identificar una representación de la sociedad, cómo actúa y debe de actuar y cómo incidir permanentemente en ella, para transformarla, fortalecerla, concientizarla y mantener o moldear sus características, según los signos de los nuevos tiempos, sin perder su identidad.