Importar desempleados

Importar desempleados

Somos un país que “importa” desempleados; desempleados de Haití; a resultas de lo cual es posible que, en algún momento, lleguemos a ser “exportadores” de enfermedades de alto costo de tratamiento. A los desempleados nuestros, agregamos los del país vecino, afectando así los niveles de los salarios y las posibilidades de empleo. Ayer, los periódicos informaron que en Haití hubo 28,000 casos de cólera en el año 2014. En otros países no admiten emigrantes pobres, analfabetos o enfermos. Nosotros recargamos, irresponsablemente, nuestros sistemas de salud, de educación y seguridad social. Hacemos lo que no hacen las pequeñas islas de las Antillas menores.

Tenemos “organismos” encargados de “asuntos fronterizos”; desde hace años se reúnen en la cancillería para deliberar o intercambiar “informaciones pertinentes”. Son funcionarios públicos, cuyo trabajo no es visible para los hombres comunes y corrientes que poblamos esta República. En realidad, no hemos sido bien defendidos, ni por civiles, ni por militares. Los guardias han hecho negocios con los emigrantes sin papeles; los oficiales civiles han expedido actas de nacimiento falsas sin ningún miramiento; los cónsules dominicanos en la ciudades de Haití han repartido visas “al por mayor”; y lo que es peor, los partidos políticos han “cedulado” haitianos para que participen como “dominicanos provisionales” en cada torneo electoral.

Gracias a Dios, algunos intelectuales han tenido el valor de formular instrumentos conceptuales y teóricos, de carácter histórico, sociográfico, político, de antropología cultural, que nos permitirán rechazar los ataques que recibimos, tanto de Haití como de otros países. La “presión internacional” ha llevado ciertos periodistas a sostener visiones radicales contra los Estados-nación. Afortunadamente, también en este punto han surgido académicos y comunicadores que han aportado “elementos publicitarios” que contribuyen a contrarrestar una campaña bien administrada y mucho mejor pagada.

Sin embargo, lo esencial es que “el pueblo llano” ha caído en la cuenta de que los dirigentes políticos no han protegido sus intereses de manera constante y efectiva. En las ciudades del interior hay parecida efervescencia dominicanista a la que vemos en los barrios del Distrito Nacional. Ya no se trata de “los blanquitos” de Puerto Plata o de Santiago; ahora es asunto de todos, no una “aberración de minorías”. Un cambio de primer orden.

 

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