Impracticable

Impracticable

Es probable que no existan en el mundo muchos pueblos fronterizos con diferencias socioeconómicas tan profundas como las que predominan entre los dos inquilinos de la isla Hispaniola. Esto, sin contar que la insularidad, la comunidad territorial, no atenúa en medida alguna las diferencias de índole cultural.
Es más, en el aspecto histórico, dominicanos y haitianos han jugado roles muy diferentes que en alguna ocasión colocaron a uno en condición de opresor del otro. No hubo ni siquiera una lucha común contra el dominio español, pues los orígenes y causas de los dos pueblos han sido muy diferentes. Ni siquiera es común la malquerencia racial, que del lado haitiano ha mantenido resueltamente distanciados a negros, mulatos y blancos, pero que no existen al lado oriental de la frontera.
Todo lo anterior pone en tela de juicio que sea practicable y factible una política de frontera abierta, de libre tránsito, entre dominicanos y haitianos. Con las restricciones actuales, la inmigración haitiana hacia la República Dominicana ha sido abrumadora y es mejor ni imaginar las consecuencias que acarrearía una apertura como la que ha propuesto el primer ministro haitiano, Gerard Latortue, en la entrevista que concediera a nuestro reportero Pastor Vásquez.
Con las complicidades existentes a ambos lados de la frontera, el flujo haitiano hacia la República Dominicana ha planteado para las autoridades locales un problema de difícil solución, aún en el caso de que fueran endurecidos los requisitos para ingresar a nuestro país.

-II-

Lo mejor que puede ocurrir es que dominicanos y haitianos elaboren políticas de cooperación mutua en materias vitales como salubridad y preservación del ambiente. Sería factible, también, la suscripción de un tratado de libre comercio entre ambos pueblos, que permita reglamentar las rústicas relaciones de intercambio que predominan actualmente.
Inclusive, los dominicanos estaríamos en condiciones de promover inversión de capital nativo en Haití, siempre que el régimen de aquel país proporcione las debidas garantías de seguridad y protección.
Una apertura de la frontera en las condiciones que propone Latortue implicaría, de inmediato, el agravamiento de muchos de los problemas que ha estado provocando la inmigración haitiana en territorio dominicano, y podemos citar entre las más preocupantes la deforestación para producir carbón.
En las circunstancias actuales, las autoridades dominicanas no están en condiciones de controlar la permanencia ilegal de haitianos ni regular su contratación como mano de obra, especialmente para la construcción y la agricultura. Una política de frontera abierta agravaría esta situación en grados extremos.
En cuanto a migración, dominicanos y haitianos tienen que sentarse a diseñar una política que permita un mejor control del flujo de haitianos que tratan de mejorar sus condiciones de vida ingresando a la República Dominicana. Pretender el tránsito sin restricciones es sencillamente impracticable.

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