IMPRENTA E INTERNET:  LAS GRANDES ERAS  DE  LA  HISTORIA

IMPRENTA E INTERNET:  LAS GRANDES ERAS  DE  LA  HISTORIA

Aunque abundan los  acontecimientos  que  califican  para  constituirse  en límites de  la  periodización  histórica, no  siempre tienen en  su  naturaleza    las  especificidades,  complejidades y   proyecciones para  figurar como   eras convertidas  en plataformas generadoras de   transformaciones  de  gran  impacto  en los  siglos  y  decenios  siguientes.

Hablamos de  “siglos   y  decenios  siguientes”, dada la  lentitud   con que  se  avanzaba  durante los periodos  pasados  en  contraposición a  lo  vertiginoso,  diríamos  que    saltos gigantescos,   en que  se  producen  los   cambios, especialmente    desde   la   segunda mitad  del  siglo  XX hasta  nuestros  días. Acontecimientos  tan singulares  como las grandes revoluciones    estadounidense  y  francesa, además de  sus  proyecciones internacionales, los  nuevos  estadios  de  sus  procesos se produjeron décadas  después.

La  guerra de  independencia norteamericana se inició en  1775,  en  Lexington, y fue  proclamada    el  4  de julio  del  año siguiente. Aunque Carlos  Marx  la  calificó como  “el ejemplo más  acabado   de  Estado  moderno”, la   segunda etapa  de  ese  acontecimiento, llevado a  cabo setenta y ocho  años  después (1783  y 1861-65), se constituyó en  una  impresionante  jornada de  casi consolidación de  los  ideales  enarbolados  en la  Declaración de  Filadelfia. Se trató de la  Guerra  Civil  estadounidense. El presidente Abraham Lincoln  no  solo  aportó su  visión, inteligencia y  coraje, sino que  lo  hizo al costo de su propia  sangre,  de  su vida. 

En el caso   de  Francia, cuya revolución  fue  influida por  la  estadounidense  y   superándola por su  Declaración  de los  Derechos  del   Hombre y   proyección universal, los  sucesos  de  1848  en ese   país y   en  buena parte de  Europa, se produjeron cincuenta y nueve   años  después de la  Gran   Revolución, cuyas  demandas se centraron  en   una  ampliación  de los  derechos y libertades  conseguidos  durante    la  Convención    Nacional  de   1793.

Después  de  estos   ejemplos,  cuyos  escenarios  fueron  marcados  por   el  ritmo  propio  de los  siglos  XVIII, XIX y    parte  de la primera  mitad del siglo  XX, se  destaca la  rapidez con que  se  expresaron los avances  científico-técnicos  y  los   cambios socio-políticos   en  los años    siguientes  y  en  los  que  van  del  siglo  XXI.  Los  viajes  espaciales  iniciados  en la  década  de   1960, la  magia  de   la  revolución científico-tecnológica,  los  resultados de los  genomas humano,   animal  y  vegetal;  en  el  plano político, la  desintegración  de la   Unión Soviética, la  caída  del  Muro de  Berlín, el final de la  Guerra  Fría,  los  sucesos  del  11  de  septiembre de  2001 y las  Torres  Gemelas,  las  guerras  de Iraq, Afganistán y otros  conflictos  mundiales.

Asimismo, desde  finales  del siglo  XX  y  principios  del  XXI  empezó  a  cambiar  el rostro de América   Latina. Gobiernos  de  corte izquierdista y  progresista  se  han  extendido por  el mapa  del  continente.  La  elección  y la  reelección de  Barack  Obama  han  sido asumidos  como propios por la  mayoría  de   los  pueblos  de la  Tierra. En  menos  de  un  cuarto   de  siglo, el mundo ha  pasado,  en  su  entramado  geo-político,  de bipolar  a unipolar,  y se  ha  convertido  en  multipolar.

Las transformaciones  que  siguieron  a  la  invención moderna de la  imprenta,  en el  siglo  XV,  y   a  la aparición del   Internet  y  las  redes  sociales, en  la  segunda  mitad  del  siglo  XX,  marcaron  y  siguen sellando el curso del  tiempo presente y habrán de  incidir  en el porvenir. Como protagonista principal  de ese  proceso figura  la  información per se y  todo  el tinglado de  la informática y la comunicación.

Aunque  no  se  cuenta  con medidor  para  comprobarlo,   es  vox populi  que   en los últimos  50 años  se ha  producido mayor  información nueva que  en  miles  de años  de la  humanidad.   Y  uno   de los  grandes retos   de  los  bibliotecólogos,  los     especialistas   en  información y  los Estados   del  mundo,   es  garantizar   su  calidad.

(Continúa).

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