Impresiones sobre el Festival Musical de Santo Domingo

Impresiones sobre el Festival Musical de Santo Domingo

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
Cuando aún resonaba en nuestros oídos la música magistral de la Novena Sinfonía de Beethoven, que interpretara la Orquesta del Festival junto al impresionante coro de cien voces, en el cierre del cuarto Festival Musical hace dos años, Margarita Copello nos sorprendía gratamente al anunciar la realización del Quinto Festival… y es, que el tiempo, inexorable, rápidamente pasa cuando quedamos presos sin darnos cuenta de impresiones que se resisten a desaparecer.

El Quinto Festival acaba de concluir con un éxito extraordinario, superando las expectativas creadas, por lo que felicitamos a la Fundación Sinfonía y al maestro Philippe Entremont, director e ideólogo de estos festivales. El hecho de estar dedicado a la música de un país como España, de múltiples manifestaciones culturales y artísticas, hizo de este festival una gran fiesta de la hispanidad. Durante seis noches maravillosas percibimos los colores de esa España secular, cercana a veces, lejana otras, presente siempre.

La noche tropical nuestra se impregna de aromas de los “Jardines de España” para dar inicio, de la mano de Philippe Entremont y la Orquesta del Festival, a esta fiesta musical. Saturado de perfumes, el ambiente de esta primera noche se transforma, se torna electrizante, un mar “in crescendo” continuo, lo cubre todo, la monotonía se vuelve suspenso, la tensión se apodera de todos e inesperadamente, en un brusco rompimiento, sobreviene el fin, al que nos arrastra la avasallante melodía del “Bolero de Ravel”.

La segunda noche nos lleva al encuentro de las viejas romanzas llegadas a nuestras tierras desde principios del siglo pasado. El género de la zarzuela, genuinamente español, cautiva por la belleza de sus melodías. La evocación de nuestro Eduardo Brito se hace inevitable, y como en homenaje a él, la noche se despide jubilosa, con el himno de la Amistad de la zarzuela “Los Gavilanes”, interpretado por el excelente barítono Miquel Ramón, el tenor Israel Lozano, la soprano Elena de la Merced, el Coro y la Orquesta Sinfónica Nacional, conducidos magistralmente por Virginia Martínez, directora invitada.

Cuando la calidad es la característica de una orquesta, no importa que cantidad de músicos la componen, la resultante sonora será siempre óptima, exquisita. La Orquesta de Cadaqués conducida con maestría por Philippe Entremont en esa tercera noche, logra transmitir los motivos y colores de los lienzos del maestro, que inspiraran a Granados en sus “Goyescas”. Pasando por Triana, con Albéniz, llegamos hasta el mismísimo Sacromonte. Se deja escuchar el cante subyugante y emotivo. La singular voz, melodiosa y acariciante de la cantaora, Esperanza Fernández, nos convoca a participar del ritual junto al fuego, y romper el sortilegio de los amantes, poseídos por el tormento de un “Amor Brujo”.

El encantamiento que se ha apoderado de la Sala Eduardo Brito se dimensiona para dar paso a la Noche Flamenca, en esta cuarta entrega del Festival. La figura de Antonio Márquez se hace presente, cautivándonos la elegancia del porte, el sugestivo gesto, el virtuosismo y la pasión de su danza que convierte en metáfora elocuente cada movimiento. El grupo excelente de bailarines acompañantes se le une, y la danza se transforma en expresión colectiva decantada en bellísimas formaciones, que concurren y se esparcen en el espacio al compás del delirante taconeo, el trinar de las guitarras, la sonoridad del palmoteo y el lamento del cante.

El mundo de la gitanería continúa la quinta noche del Festival, cuando la Orquesta de Cadaqués, conducida por Philippe Entremont, interpreta la suite del ballet “Carmen”. La maravillosa instrumentación de Rodion Shchedrin nos remite a la escena, y en alas de la imaginación recreamos a la pasional gitana que inmortalizara Maia Plisetskaia y Alicia Alonso. Entremont nos conduce esta noche a un lugar que nos conecta con nuestra historia, Aranjuez. El maestro Rodrigo describe en su concierto la belleza del paisaje y el sentir de la región. El tema central hermoso y evocador se repite, y se torna tierno, arrullador, un tanto melancólico, cuando es expuesto por el guitarreo exquisito, de José María Gallardo del Rey.

La Sinfonía Española de Edouard Lalo, abre la última noche del Festival. La riqueza melódica y el colorido de esta sinfonía ofrece oportunidad de lucimiento al violista Dan Zhu. Esta noche se le brinda al público la oportunidad única de escuchar una de las voces femeninas más importantes de los últimos años, Teresa Berganza. La gran diva se crece, su voz de dulces tonalidades graves, se deja escuchar inmensa, precisa en las canciones de Falla, de profundo contenido popular.

“El Sombrero de Tres Picos” constituye un magnífico fin de fiesta, y pone de relieve la calidad de la Orquesta del Festival. El ambiente de la gran sala se inunda de españolerías, la “jota” final contagia a todos y estremece los cuerpos que vibran al compás del atrayente colorido musical.

Cae el telón, se apagan las candilejas, el Festival ha terminado, pero las emociones vividas permanecerán en nuestros recuerdos por mucho tiempo y nutrirán nuestro espíritu, mientras… esperamos el próximo Festival.

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