Impunidad cero

Impunidad cero

“Plumón de nido, nivel de luna, salud del oro, guitarra abierta…”.

Así, apelando a la metáfora, Don Pedro Mir, gloria nuestra, dibujaba la realidad de una sociedad frágil, tierna y abandonada a su suerte que soñaba con una República Dominicana de progreso y bienestar para todos, incluyente y solidaria.

Ya desde tiempo atrás, un grupo de jóvenes Trinitarios había jurado exponer vida y bienes persiguiendo ese sueño de hombres y mujeres libres para el bien, de niños bien nutridos y saludables, de envejecientes dignos y respetados, un sueño de progreso basado en el trabajo y en donde todos tuviéramos las mismas oportunidades.

Desde aquellos momentos en que Juan Pablo Duarte salía exiliado y Francisco del Rosario Sánchez moría fusilado en San Juan, nuestro sueño dominicano ha tenido un enemigo que cambia de apariencia a voluntad, pero que puede ser reconocido en el hecho de que siempre antepone sus intereses particulares al interés general y al bien común.

Ese enemigo hoy ha tomado la forma de la corrupción y de su aliada la impunidad, ha permeado toda la sociedad y amenaza con poner de rodillas a la indómita y brava: Si el poder político quiere detener la acción de un tercero que se querella en su contra por corrupción, encuentra a una autoridad dentro del sistema de justicia, que cambia la definición tradicional de “parte interesada” y declara que el robo de fondos públicos no es tema que le interese a ese tercero que eleva la querella y deja caer el caso. Si el poder político tiene interés en archivar un expediente de corrupción, encuentra un fiscal que lo archiva, o coloca a un juez de tránsito como interino, para que lo archive, y en ambos casos se producen resultados legalmente retorcidos.

Pero al igual que en sus inicios, hoy la sociedad se organiza y crea redes que nos permiten reconocernos como iguales, generando identidad. Una identidad en donde no hay cabida para la corrupción y donde decimos No a la Impunidad. Al igual que en los tiempos de los Trinitarios, hoy contamos con hombres y mujeres decididos a enfrentar ese mal.

La corrupción, como toda manifestación del mal, existe al amparo del silencio, de la oscuridad, vale decir, de la impunidad. Basta una verdad dicha y mantenida con firmeza para herirla de muerte y eso haremos: con las manos abiertas de aquel que no tiene intenciones ocultas, sin más escudo que un pecho rebosante de fervor por la indómita y brava, los hombres y mujeres que apoyamos este esfuerzo sacaremos la corrupción a la claridad, con una verdad dicha y mantenida con firmeza. En el momento y en el lugar en que asome una de sus tantas cabezas, encontrará un ciudadano, hombre o mujer de esta tierra, que la descubrirá con su palabra, sacándola a la luz para que muera.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas