Impunidad es complicidad

Impunidad es complicidad

El joven abogado Jordi Veras Rodríguez, hijo del doctor Ramón Antonio Veras, uno de los personajes más honestos y combativos de República Dominicana, fue baleado dos veces en la cabeza cuando llegaba al canal de televisión donde mantiene un programa diario de análisis social. Gracias a su lucidez y fortaleza juvenil,  pudo sobrevivir al intento de asesinato.

La agresión tuvo lugar en el centro de la ciudad de Santiago de los Caballeros, a la puerta de un canal privado de televisión y a plena luz de una mañana de miércoles laborable. Un sicario se acercó impunemente hasta el auto que conducía Jordi, le disparó a la cabeza a través del cristal del vehículo y, de inmediato, se encaminó hacia la motocicleta que conducía un cómplice. Desaparecieron sin dejar rastros de la escena del atentado. Posteriormente, la Policía dijo encontrar una moto y efectos que, se supone, eran de los sicarios. Tal como ha ocurrido en asesinatos recientes, los atacantes se esfumaron.

Evidentemente, los agresores del joven abogado actuaron con seguridad y aplomo, sin aspavientos. Uno imagina a un sicario confiado en que el atentado no tendría consecuencias hacia su persona. Evidentemente no existen límites sociales, ni geográficos, ni económicos para los sicarios. Puede especularse que la impunidad les había sido garantizada a pesar de que Santiago es, relativamente, una ciudad pequeña donde casi todos se conocen. Quien disparó no era principiante en el uso del arma. No intentó siquiera recoger los casquillos a través de los cuales los investigadores podrían detectar el arma y al victimario. Si nos conformamos con el análisis del hecho solamente, puede que no lleguemos a entender las consecuencias que podría tener este atentado para todo el país.

Llega entonces el momento de hacerse unas cuantas preguntas que no parecen tener respuesta de parte de los que detentan el poder político de la nación. ¿Quien en realidad manda en este país? ¿Donde está ubicado el poder que castiga de esta manera a los que no piensan ni actúan como ellos? ¿En qué nivel de degeneración se encuentra la sociedad dominicana? ¿Qué nos espera a la vuelta de la esquina? ¿Estará vinculado el crimen organizado con los aparatos militares y policiales de la nación? Ninguna otra cosa podría pensarse ante el despliegue de indiferencia de los victimarios por una persecución o un castigo. ¿Tendrá que llegar la sangre hasta la puerta de las respectivas residencias de los funcionarios palaciegos para que entiendan lo que ocurre en este país que han saqueado burdamente y en total indiferencia hacia la miseria que padecemos?

El presidente Fernández aparece ahora ofreciendo protección para la familia Veras Rodríguez. Prefiere hacerse el loco e ignorar que su mandato presidencial lo obliga a proteger a toda la ciudadanía antes de que ocurran los crímenes, no después, para entonces aparecer en primera plana como el preocupado protector de la paz pública.

El caso Jordi Veras Rodríguez retrotrae la memoria a los asesinatos de Gregorio García Castro en 1973 y de Orlando Martínez en 1975. ¿Son comparables los crímenes del balaguerato y los del trujillato en relación con los que ahora tienen lugar? ¿Es aceptable el sicariato en estos tiempos de modernidad como reclama el presidente Leonel Fernández? ¿Qué pasa en Santiago donde la criminalidad y la impunidad han crecido exorbitantemente?

En este país las autoridades simulan ser sordas y viven en estado de negación absoluta. Los ansiosos de poder eterno no están midiendo las consecuencias de crímenes contra los sectores honestos y serios del país. Esta agresión criminal contra Jordi Veras Rodríguez, hijo de Ramón Antonio Veras, es un atentado contra todos los que combatimos la corrupción gubernamental y la creciente miseria, a pesar de las falacias pregonadas por el Banco Central y el Fondo Monetario Internacional. Los asesinatos están teniendo lugar en sitios muy frecuentados y a la luz del día. Eso sólo puede ser explicado por la impunidad absoluta que alguien ha garantizado para los sicarios nacionales y extranjeros. Y por eso no podemos abandonar la idea de que el crimen crece en República Dominicana gracias a la impunidad que genera la complicidad de militares, policías, jueces y funcionarios gubernamentales con la comisión de todo tipo de delito.

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