In memóriam: Francisco José Nadal

In memóriam: Francisco José Nadal

MANUEL MORALES LAMA
Siempre que en determinadas instituciones se expresa el profundo pesar por el fallecimiento de uno de sus funcionarios, cuyas notables realizaciones durante significativos y dilatados años han contribuido a la propia historia de éstas, se suele calificar como «la irreparable pérdida de uno de sus pilares». Recurrente frase ésta que, precisamente, adquiere una connotación específica y con ello la debida propiedad, cuando hay que valerse de ella para poder definir, en cierta forma, la admirable trayectoria, en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, del Embajador Francisco José Nadal Rincón.

Su labor en esa institución del Estado podría definirse como elegantemente discreta, caracterizada por una esmerada precisión en el cabal desempeño de sus responsabilidades. Más que constante, el imponderable ejercicio de sus funciones, apegado, en la medida de lo posible, a los usos y costumbres internacionales, debía reconocerse como útilmente persistente en el tiempo. Es por esto, que es justo reconocer que la ausencia del Embajador Nadal deja un doloroso vacío, difícilmente superable en la Cancillería dominicana. Cabe destacar que el Embajador Nadal dedicó la mayor parte de su labor -y su propia vida-, a las formalidades del ceremonial público y del protocolo de Estado. Su ingreso a ese exigente trabajo tuvo sus inicios a finales de los años cuarenta, en plena «Era de Trujillo». Desde entonces, por aproximadamente seis décadas, casi ininterrumpidamente, prestó sus servicios al país en el área del ceremonial y protocolo, donde a través del tiempo logró escalar diversas importantes posiciones hasta llegar a la de Embajador Encargado de la División de Protocolo, que ejerció por décadas, hasta prácticamente el momento de su lamentable deceso.

Vale recodar, que en la época en que Nadal Rincón se inició como funcionario público, en calidad entonces de auxiliar de Protocolo, la Cancillería dominicana operaba temporalmente en la calle Las Damas -según él mismo recodaba al referirse a sus comienzos en esta disciplina-, allí tuvo el honor de ser discípulo -sin duda, del más conocido actualmente de todos ellos- del eminente diplomático dominicano, doctor Pedro Purcel Peña.

Contrariamente a lo que podría pensarse, la «clave del éxito» del Embajador Nadal, que se hizo patente en sus dilatados años de servicios a la nación, no fue su destreza y disposición para saber acomodarse a las circunstancias que se le presentaran, fue más bien su especial habilidad y particular tacto para interpretar adecuadamente a sus superiores y sobre todo el hecho de poder contar con la autoridad y respeto -que le confería su trayectoria y experiencia- para ser oído por éstos, facilitándose de esa forma asuntos de muy difícil armonización en este marco, como es la ejecución de aspectos concernientes a la precedencia, por la no infrecuente incidencia en la misma de aspectos políticos, y otros vinculados al ejercicio de la autoridad, incluso los que corresponden a cuestiones inherentes a la personalidad de quienes eran jerárquicamente sus superiores, de los cuales debía obtener su anuencia para hacer posible la rigurosa observancia de los principios, normas y procedimientos en los actos correspondientes a tal ejercicio.

Recuérdese que en la ejecución del ceremonial y el protocolo, en el marco de los asuntos internacionales, deben observarse cabalmente principios tales como el de la reciprocidad, asimismo el de la igualdad jurídica de los Estados, y de igual manera, las normas convencionales que rigen la materia y tomar en cuenta también los usos y costumbres en este ámbito.

Finalmente cabe señalar que a quien suscribe no le correspondió trabajar directamente con el Embajador Nadal, pero como es parte de la dinámica en este medio, nos tocó en muchas ocasiones coordinar con ese ilustre funcionario, actividades que vinculaban la división bajo su digna dirección y el estamento en que laborábamos entonces, en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores. Gracias a eso pude tener la oportunidad de tratar de cerca a ese valioso y dedicado funcionario, al cual agradezco sus sabias orientaciones y las edificantes conversaciones que sostuvimos con él, ricas en anécdotas y aspectos históricos vinculados a su delicado e indispensable trabajo que incluyó diversos gobiernos que se han alternado en el poder en el país, en los últimos sesenta años y un significativo número de los Cancilleres para los cuales el Embajador Nadal prestó servicios. Tómese en cuenta que tanto ideológicamente como en sus conceptos institucionales y en su propia personalidad, estos Cancilleres tenían pocos elementos comunes, a pesar de ello, el Embajador Nadal pudo realizar, como es evidente, una labor que puede calificarse de admirablemente exitosa.

Indiscutiblemente que la diplomacia dominicana, con el lamentable fallecimiento del Embajador Francisco José Nadal Rincón pierde a uno de sus notables y reconocidos exponentes. No obstante debe tenerse presente que, por siempre, quedará como un ejemplo su trayectoria de vida, por su admirable dedicación al ejercicio de sus responsabilidades.

Igualmente, sus sabias enseñanzas, y para dar continuidad a su trascendental labor, debe contarse, asimismo, con los funcionarios que durante varias generaciones se formaron en el ejercicio del ceremonial público y el protocolo de Estado en la Cancillería dominicana, bajo la rigurosa tutela del Embajador Nadal, cuya sentida muerte enluta hoy a la diplomacia nacional.

El autor es Premio Nacional de Didáctica, diplomático de carrera y actual Embajador en Brasil.

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