“¡Hola Jeanne!… ¡Cuántos meses sin verte! –exclama Píndaro a su amiga Jean Marie Delgado, a la vez que le cuestiona- ¿Y ese morao que tienes en tu brazo?”
Una voz entrecortada le responde “Ayyy… Me están recordando la época de los paleros… Tiempos, en los que el que se atrevía a protestar abiertamente las arbitrariedades del sistema de entonces, le entraban como la conga y difícilmente salía sin un morao en su cuerpo…”.
“Espera, espera… –le dice Píndaro-… ¿Y qué tiene que ver el tiempo de los paleros con el Siglo XXI?”.
“Es que en el ambiente político parece que nos hemos quedado creyendo en un futuro limpio, en base a un pasado sucio… -responde Jeanne-… Hace unos días, me enteré que en un hotel de la capital habían convocado a empresarios, algunos de los cuales conozco de su vertical trayectoria, para presenciar la participación de una entrevista que haría un extranjero a un supuesto líder muy controversial en estos momentos… Como yo no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ha hecho, así como tampoco con lo que han hecho algunos de sus más cercanos colaboradores, me armé de una pancarta y me planté frente a ese hotel…”.
“¿Y de dónde te salieron fuerzas para hacer eso? –preguntó Píndaro.
“Es que todavía creo que en mi país queda un poco de democracia… Y, ese poco, lo pensaba basado en aquellas enseñanzas que me inculcaron de pequeña en las clases de Moral y Cívica… ¡Qué rabia me ha dado, vivir en carne propia que lo opuesto a esos principios es la norma pública que prevalece hoy día entre mucha gente!… Y –razona para sí- esa actitud es apoyada por estratos de poder en perjuicio de un pueblo pensante…”.
“Pero espera, Jeanne –exclama Píndaro-… acabo de ver una foto tuya en la cual un tipo, en medio de un forcejeo, te agarra un seno y, al mismo tiempo, trata de arrebatarte tu cartera y la pancarta que usabas para tu protesta… ¿Cómo te sentiste en ese momento de vejación en tu vida?…”.
Con profunda indignación y casi con lágrimas en sus ojos, cuenta… “Fui golpeada, manoteada y luego tumbada al suelo… Por suerte, caí sobre alguien más que ya había sido empujado por haberse sumado a la protesta… Mientras estaba en ese estado, una mujer -vestida con el color del partido cuyo líder estaba en el hotel- pronunciaba palabras impublicables mientras me insultaba abiertamente y apoyada por el grupo de paleros que le acompañaba… ¡Que desagradables y tristes recuerdos de mi niñez he vivido en carne propia! –dice a Píndaro-… Lo que más me indigna es que la impunidad se proteja y, al mismo tiempo, se utilicen influencias políticas para proyectar a empresarios compartiendo en un ambiente de armonía mientras, justo fuera del hotel, lo ‘in-moral’ y lo ‘anti-cívico’ se hace evidente, no sólo conmigo sino con periodistas que cubrían la protesta…”.
“¿Y, dónde estaban los miembros del cuerpo del orden mientras eso pasaba?” –pregunta Píndaro-…
“¡Hace tiempo que no los veía más pasivos y permisivos!… Estaban en mis mismas narices, mientras tres hombres me agredían y la mujer y su grupo apandillado me gritaba sus improperios… Lo más importante para mi es que esto me ha hecho más fuerte y me apena sobremanera el que lo cívico y moral se haya vuelto un relajo…”.
Una vez de regreso a su casa, Píndaro recoge de su biblioteca un documento que reza en su parte superior: ‘Moral y Cívica-Nivel 3’… Y, en su línea justo debajo expone: ‘Educación básica’… En su página 36 lee un gran titular: ’Democracia y Autoridad’… Y, en la introducción del capítulo expresa: ‘Competencia histórica cívica: Conciencia ciudadana… Conoce las funciones del gobierno local y las autoridades que lo representan… Aprecia las prácticas democráticas y reconoce la autoridad… ¿Qué es la democracia?’… Y, en una página siguiente se responde: ‘La democracia es una forma de gobierno y significa poder del pueblo’…
Al seguir leyendo Píndaro se espanta cuando, en su misma cara, tiene impreso en su página 38 lo que la asignatura ‘Moral y Cívica’ ha intentado enseñar y que los políticos se han esforzado en des-enseñar: ‘La democracia busca ofrecerle a las personas la oportunidad de ejercer sus derechos a pensar y a expresarse libremente’…
Y, en este momento de tan escaso civismo y moralidad, piensa para sí mismo: “Qué pena, que la democracia en nuestro país no sea una práctica que consista en utilizar la autoridad de forma adecuada, con el consentimiento de todos los que debiéramos ser beneficiados… Ojalá y esta situación no nos devuelva a los desagradables momentos de la dictadura y de los años siguientes de gran intolerancia política…”.