Pasada la tiranía de los mayores horrores de América, personificada por Trujillo, y recién superada la guerra de 1965, estudiantes dominicanos intentaron formular reclamos pacíficamente al Estado frente el Palacio Nacional. La manifestación fue ahogada en sangre por la invariable Policía Nacional. Allí se consumó el sacrificio reverenciado perennemente de la adolescente Amelia Ricart Calventi. Luego vino la etapa del Balaguer autoritario, ducho en variantes de métodos trujillistas y el entorno del Palacio siguió infranqueable a expresiones de demandas colectivas. Ahora, como si el reloj de la historia no caminara, agentes con ínfulas de trogloditas reaccionaron contra pacíficos y indefensos ciudadanos que armados de paraguas y sin afectar el tránsito reclamaban un aumento presupuestal para la Educación hasta un 4% del Producto Bruto Interno que este país necesita con urgencia.
Supuestamente hemos progresado colocando al frente del Estado a herederos de don Juan Bosch, el indoblegable defensor de derechos ciudadanos, auspiciador de la Constitución más avanzada que hemos tenido, que juró que mientras gobernara no perecería la Libertad y cumplió. Sin embargo el entorno de la sede del poder sigue estando groseramente prohibido a expresiones de disidencia. Eso sí: aquellos dispuestos a postrarse con el mismo sentido de sumisión vergonzosa de otros tiempos, tienen abiertas las puertas y los espacios.
El trato desigual a periodistas
No fue ninguna novedad pero no debe pasar inadvertido ni aceptado sin chistar. Los periodistas dominicanos que acudieron a dar cobertura al XI Foro Iberoamericano que tuvo lugar en Punta Cana el viernes recibieron un trato discriminatorio de los organizadores, pues no se les dio acceso. Los detalles de lo ocurrido en el salón de apertura fueron transmitidos a los reporteros con posterioridad por voceros oficiales. Si el tratamiento hubiese regido para todos por igual, elevar esta protesta hubiera tenido menos sentido.
Sin embargo periodistas extranjeros participaron en la actividad sin ningún impedimento, y como casi siempre ocurre, dentro y fuera del país, esos colegas pudieron incluso entrevistar con exclusividad al jefe del Estado. Seguimos pues afectados por órdenes que mantienen al Presidente fuera del alcance de periodistas locales, deplorable incomunicación que se agrava por la inexistencia de ruedas de prensa regulares.