El 20 de diciembre del 2004 apareció en los medios escritos la convocatoria a concurso de oposición al puesto de director de nuevo Cuerpo Forense creado como dependencia administrativa de la Procuraduría General de la República. Aunque ya es ley desde el 2008, en la práctica sigue sin autonomía ni independencia.

Apenas unos cuatro o cinco candidatos se presentaron al  encuentro que terminó desierto, y luego vino el anuncio del nombramiento de un director que resultó ser un desconocido. Pasó lo de siempre: se trató de una trampa, nunca hubo concurso, y el elegido resultó ser un amigo de infancia de la familia del titular de la Procuraduría de entonces. Hoy, tras cinco años, la realidad del INACIF es clara para todos: Una organización infuncional y un falso director. Así como falso son sus directivos, su Consejo Directivo y su rol de policía al servicio de la administración de justicia.

Solo los oficialistas que se han prostituido en los puestos del gobierno, consignan la apertura de este órgano forense, como un gran paso dentro de la transformación del sistema de Justicia criminal. De un organismo socialmente vivo, que de manera férrea debía interactuar como órgano central, relacionados con los propios tribunales de justicia, la Policía, el orden penitenciario y la comunidad, ha devenido en un fantasma que no ha articulado ni una sola actuación digna del predominio con que nacen estos institutos. El panorama dominante sobre los problemas del INACIF fuerza a los investigadores a criticar la presencia de un director ignorante, por no tener ni la titulación ni los dos años reglamentarios conforme lo establecen la mayoría de Ministerios Públicos del mundo, necesarios para dirigir operaciones de investigaciones criminales. El INACIF no puede considerarse un auténtico instituto, y la culpa es del Ministerio Público que no tiene una actitud sincera con respecto  a la legalidad de la  investigación, porque lo más importante es hacer justicia e investigar  hechos de acuerdo a reglas procesales definidas.