Hace varias décadas que se podía pasar de clase baja a media o alta terminando y ejerciendo una de las cuatro predominantes profesiones: medicina, derecho, ingeniería y finanzas; pero con la saturación del mercado, los que ahora lo logran son una minoría.
Dejando aparte los aspectos éticos del ejercicio de los abogados, con los casos de corrupción y desfalcos contra el erario, aparte del hambre de justicia que sufre la sociedad, el Ministerio Público ha dejado insatisfecha la aspiración de la ciudadanía porque su gestión no ha incluido un cálculo preciso de los montos que deberían recuperarse en dinero y bienes públicos en manos delictuosas, olvidando que “las cuentas claras conservan las amistades” y la valoración de su positiva labor podría desaparecer, porque, mientras se completa el período de coerción, en meses o años, se pueden disolver u ocultar evidencias incriminatorias.
El meritorio trabajo realizado por el Ministerio Público se devaluaría si califican o dejan como incalculables o irrecuperables el dinero y los bienes robados.
Una frase que usaban los abuelos en los campos era “usted no conoce a un individuo hasta que “negocea” con él” precisamente demostrada en los tribunales, donde abogados, acusados y jueces, luego de deliberaciones, tienen que terminar negociando una sentencia o decisión final.