Incapacidades que se traducen en excesiva hospitalidad. La delimitación territorial entre Haití y República Dominicana, que continuamente parece inexistente por su extrema porosidad, debería avanzar hacia lo tangible de las formas físicas que es lo que se pretendería con la verja fronteriza en construcción aunque los límites más efectivos a la inmigración irregular que conturba a muchos dominicanos deben tener validez a nivel nacional.
Esta es tierra de promisión y fácil ingreso para quienes en su cercanía están sumidos en pobreza e inseguridad y aquí les esperan formas abundantes de ganarse la vida en labores pesadas y poco remuneradas que los dominicanos eluden.
La incapacidad de evitar con protección social la masiva sustitución de mano de obra local por extranjera en campos y ciudades nutre los asentamientos humanos de origen externo que degradan, en el marco de la informalidad de la economía, las relaciones obrero-patronales.
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Una desregulación ocupacional que fomenta el trato salarial injusto a quienes venden su fuerza de trabajo, aleja al trabajador nativo y alienta a los empleadores a buscar mayores rentabilidades a costa de sus dependientes.
La forma violenta en que fueron recibidos agentes nacionales de Inmigración por extranjeros no autorizados a asentarse en la Ciudad Juan Bosch lleva a pensar que prospera en la gente desesperada que proviene de Haití un posesivo sentido de pertenencia y de derechos sobre el territorio nacional al que debe oponerse la autoridad sin atropellos.