TEGUCIGALPA (AFP).- Al menos 102 prisioneros, muchos de ellos jóvenes pandilleros de la denominada Mara Salvatrucha (MS), murieron la madrugada de este lunes en un incendio en el Centro Penal de San Pedro Sula, 240 km al norte de Tegucigalpa, en la peor tragedia penitenciaria de la historia de Honduras.
En el penal, construido para 1.700 internos, había 2.227 presos, 182 de los cuales en el pabellón incendiado, indicó el portavoz del ministro de Seguridad, Leonel Sauceda.
Un testigo aseguró que primero hubo una explosión y luego se desató el incendio. El testigo sostuvo que los custodios del Centro Penal en lugar de abrir las puertas de las celdas para evitar que los reos murieran les empezaron a disparar.
La iglesia Católica pidió una investigación de los hechos, y a causa de la tragedia el presidente de la República, Ricardo Maduro, suspendió en Roma una gira que realizaba por Europa.
Las autoridades aún no detallaron su versión de los hechos, y el presidente en ejercicio, Vicente Williams, convocó a una reunión de emergencia del gabinete para tomar decisiones en torno a la investigación.
Sauceda afirmó que «no se puede negar que hubo disparos, pero fue el guardia que estaba en el torreón más próximo que hizo disparos de alerta. Ninguno de los cadáveres presenta disparos de arma de fuego».
La portavoz de la Dirección de Investigaciones Criminales (DIC) en San Pedro Sula, Yolanda Perdomo, dijo que con las autopsias se determinará si algún prisionero murió a balazos.
Según un informe preliminar de las autoridades, la acción de los bomberos que se desplazaron hacia el Centro Penal, al sureste de la ciudad, no pudo evitar que el incendio destruyera las instalaciones.
Un reo, identificado como Pablo Cardona, que pertenece a la pandilla juvenil MS, dijo que «fue un cortocircuito pero tuvieron la oportunidad las autoridades de ir a nuestros módulos a abrir los portones, pero ellos en vez de ir a abrir los portones lo que hicieron fue agarrarnos a disparos para que nosotros no saliéramos».
«Ellos querían que nosotros muriéramos, así como murieron los otros, querían que muriéramos la otra parte», aseguró el reo en declaraciones a radios locales.
«Los policías decían: allí déjenlos, déjenlos, cuando nosotros pedíamos auxilio», relató el prisionero.
El obispo auxilar de la Diócesis de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, manifestó que «ha sido una cosa espantosa» la cantidad de muertos, entre los que había miembros de la pandilla MS, y exigió «una investigación total de qué fue lo que pasó».
«Ha sido una cosa espantosa, casi 100 muchachos han perecido, la mayoría por asfixia, y ha sido una de las tragedias más grandes que hemos tenido en la historia de nuestro país a nivel de los centros penales», afirmó el religioso, que ha estado trabajando en rehabilitación de los jóvenes pandilleros.
«Me duele, primero porque son jóvenes que mueren, vidas humanas que se desaparecen, muchos de ellos querían rehabilitarse y cambiar y querían un futuro mejor», subrayó el obispo.
Según el viceministro de Seguridad, Armando Calidonio, el número de muertos ascendió a 102 personas, en tanto 26 permanecían en tratamiento médico en el hospital Mario Catarino Rivas de San Pedro Sula, y 54 resultaron ilesas, tras el incendio que se desató, según fuentes extraoficiales, a eso de las 01H30 locales (07H30 GMT).
El 5 de abril de 2003 también murieron 68 personas, entre ellos 65 reos, incluyendo 61 integrantes de la otra pandilla juvenil Mara 18 (M-18) en la cárcel El Porvenir, en las cercanías de La Ceiba, 400 km al norte de la capital: 51 policías, militares y reos comunes están acusados en los tribunales de haber perpetrado la masacre.
Organismos de derechos humanos aseguran que hay una «política de Estado» para ejecutar a los miembros de las pandillas, pero el Gobierno lo niega.