Una de las cosas más preocupantes y peligrosas en economía es la incertidumbre que la concurrencia de ciertas variables socio–económicas provocan en funcionarios, empresarios y público en general. La preocupación por lo que pudiera venir puede incidir en la toma de decisiones y, ciertamente, desencadenar la crisis que se temía que se pudiera estar gestando.
En la celebración reciente de la Asamblea de Primavera del FMI y el Banco Mundial se expresaron inquietudes de todo tipo, identificando posibles efectos negativos procedentes de un eventual desenlace de acontecimientos que se pudieran estar gestando. Un caso que sigue generando alarmas es el de China; sobre ello el FMI advirtió que una “ralentización más pronunciada en China que la actualmente proyectada podría con- llevar fuertes contagios internacionales a través del comercio, precios de materias primas y confianza, y llevar a una ralentización más generalizada en la economía mundial, especialmente si recorta más las expectativas de beneficios futuros», y agregó que si “el panorama del crecimiento y la inflación se deteriora aún más, el riesgo de una pérdida de confianza crecerá”. “pérdida de confianza” o sea, “incertidumbre”. Ente los factores amenazantes se encuentran la eventual retirada del Reino Unido de la zona euro, lo que provocaría inquietud financiera ante los temores del efecto en la famosa Citi financiera londinense. Si se produjese ¿qué acciones tomarían unos y otros?. Muchos, realmente muchos, ven muy posible el retorno de una recesión económica que no se ha ido del todo. El moderado optimismo de los últimos 24 meses ha empezado a disiparse toda vez que se sustentaba en que China lograse un “aterrizaje” suave y la persistencia por 9 años de un interés del “0” mantenido por la Reserva Federal estadounidense, institución que desempeña funciones de banca central, que tiende a incrementarse toda vez que Janet Yelen, su presidenta, considera que los fundamentos de la economía norteamericana se están desenvolviendo bien. No se puede ignorar el efecto del desplome de los precios del petróleo y sus consecuencias desastrosas para múltiples economías.
Sin embargo, es evidente que los sectores financieros en casi todas las naciones se encuentran descarrilados, dificultando el resurgimiento de la prosperidad económica y provocando una alteración del funcionamiento del tradicional ciclo económico, acortándolos, profundizándolos con consecuencias “inesperadas” en países de diferente signo. Es lo que el FMI ha bautizado como “tormenta perfecta”. En esas circunstancias el FMI recurre a una especie de sortilegio mágico exhortando a las autoridades que estimulen la demanda, apliquen reformas estructurales, se introduzcan algunos estímulos fiscales así como una “política monetaria expansiva”. Más adelante en su Informe, contradictoriamente, hizo un llamado para lo contrario, para enfrentar la crisis que no se evitó con la anterior receta, usar una política fiscal por “impopular que resulte”, subir los impuestos, contraer el gasto y asegurar una buena política de gasto público, “paquete de medidas” que entiende es de la única forma que los Estados pueden mantener una capacidad de respuesta.
Comoquiera, todo parece indicar que ni un “médico chino” nos puede salvar de la crisis que se nos acerca.