Incitación al ahorro

Incitación al ahorro

La laboriosa hormiga, insecto de vida social, vive hoy para el mañana. Desde que un individuo de la especie topeta con sustancias comestibles, avisa a sus congéneres. La expansión de la feromona –la sustancia que sirve a la comunicación de las mismas, como el gesto o la palabra sirve al ser humano- advierte a las obreras. En las celdillas del nido pueden tener alimentos almacenados. La existencia de esa comida no las disuade o constriñe. Salen del nido para colectar más elementos comestibles a fin de almacenar los mismos como un bien de consumo para momentos críticos. Practican, pues, el ahorro.

Este minúsculo ser, un insecto invertebrado guiado por información genética, es uno más entre los muchos animales que practican el ahorro por instinto. Quien vea una ardilla recoger frutas secas en parques de ciudades del hemisferio Norte quedará maravillado. Audaces en la colecta, se tornan muchas veces agresivas cuando la acumulación es lenta en caso de que el otoño avise la pronta llegada del invierno. A ellas, como a las hormigas les avisa un proceso nucleótido que se cumple en los genes y que viaja en el ácido dixirribonucléico. Es la información genética. Cada especie reacciona por instinto para acumular bienes de consumo, o despilfarrarlos y botarlos.

Entre estos últimos vemos especies de las familias de los cánidos y de los félidos. Sin que ninguno de nosotros sienta ofensa por ello, los seres humanos tenemos la misma tendencia que estos seres inferiores en la escala animal. Tal vez porque los condicionamos hace tiempo, es decir, los domesticamos.

De ahí que contemplemos con pena conductas como la del hijo de Nicanor Martínez a quien señalé sin nominar. Pero también –y permítanme el ejemplo- el ser humano conoce conductas diferentes. Es el caso de José Luis Corripio Estrada o José Manuel González Corripio. Ambos, primos hermanos, son ejemplo del incansable ajetreo de hormigas o ardillas. Como ellos prefieran.

¿Quién los enseñó? ¿Tienen vena de antepasados? El ser humano es sujeto de enseñanza. Por eso creo que, independientemente de la vena mercantil, recibieron enseñanza como la que Su Santidad León XIII pregonaba en el siglo XIX debía fomentarse. En dos de sus memorables encíclicas, pero sobre todo en Rerum Novarum, pedía al patrono ofrecer a su dependiente una recompensa adecuada a su esfuerzo para la producción del esfuerzo común.

Y al dependiente llamó para que, suplidas las necesidades de la familia, guardase cuanto pudiese para el mañana. Como las hormigas. O como las ardillas. O como el diligente castor, capaz de erigir represas hídricas.  Y es que el ser humano debe ser tanto enseñado como incitado a vivir hoy para el mañana. A guardar un poco de cuanto produce. Y si el cobrador de impuestos intenta quitarle de lo que con brega guarda, le enseña a ser imprevisor. Y por ello tanto como por otras muchas causas, existen personas muy pobres dentro de sociedades ricas y pobres. Pero más que personas, existen debido a ello tanto como por otras razones, pueblos pobres.

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