Incitación oficial
para accidentarse

Incitación oficial <BR>para accidentarse

Las autoridades están promoviendo el aumento del turismo a la Ciudad Colonial, mediante el uso masivo, por parte de los turistas, de la nueva carretera del Coral, que sin estar concluida en toda su longitud, ya representa un alivio de lo que era el largo y agotador viaje para  llegar hasta los resorts de Bávaro.

 La promoción para estimular a que los extranjeros se desplacen de su gueto tropical de Bávaro y Punta Cana, hasta la capital dominicana, se basa en un peligroso engaño. Y es que están vendiendo  el tiempo del viaje  a realizarse en menos de dos horas, cosa que obligaría a viajar por lo menos a 200 kilómetros por hora, con las consecuencias nefastas  de mortales accidentes al granel, si tal fuera el objetivo de entusiastas funcionarios que consideran un logro esa carretera de primera calidad.

Es que para completar la autopista del Coral falta el tramo de circunvalación de La Romana, ya que su proceso de construcción, desde la entrada del batey Cacata hasta empalmar en la antigua  carretera en las cercanías del puente de Cumayasa, tomaría por lo menos varios meses si es que se está trabajando en ese  proceso constructivo, y transcurrido ese  tiempo, deberían estar funcionando  los peajes.

Es decir, que para los turistas desplazarse desde Punta Cana y Bávaro a la capital en cómodos autobuses, deben tener asegurado su seguridad y el tiempo de traslado, que no sería menos de dos horas, en lugar de las casi cuatro horas que se requería desplazarse por caminos inseguros como el de Higüey-Otra Banda a Verón y Punta Cana, así como el atravesar las estrechas calles de La Romana, en la zona del importante central azucarero de esa población.

La Ciudad Colonial guarda grandes atractivos para los visitantes, que si se pudiera  prescindir de la inseguridad,  del acoso de los buhoneros y guías  improvisados, sería un lugar adecuado  para los extranjeros, como ocurre en las zonas coloniales del viejo San Juan de Puerto Rico, en Panamá, Cartagena, en Lima, etcétera. Pero aquí,  a cuenta de que son padres de familias, las autoridades, por miedo e intereses políticos, tiran por tierra cualquier esfuerzo para promover que los turistas conozcan los tesoros  culturales de primer orden con que cuenta la capital. 

Ya han sido restaurados la mayoría de esos tesoros como el museo de la Catedral, la misma catedral,  la calle Las  Damas, el Museo de las Casas Reales, el Convento de los Jesuitas, varias iglesias  y el que en otrora era el más emblemático  Alcázar de Colón. Todo ese acervo arquitectónico y cultural se completa con la oferta de buenos restaurantes  y lugares de promoción de los bailes folklóricos que tanto encantan a los visitantes como ocurre en los shows que le presentan en sus resorts del Este, noche por noche.

Es loable el interés oficial por rescatar la zona colonial en su parte de la ciudad ovandina, no solo con mayor seguridad para residentes y visitantes, sino restaurando tantas viviendas en ruinas, adoquinando las calles  y soterrando las instalaciones eléctricas.

Las acciones de adecuación colonial obligará a que las autoridades transformen  sus acciones de atosigar a los residentes de la zona para que los  consideren  como el activo más valioso, ya que hasta ahora han sido penalizados severamente durante años, que al tener sus viviendas en ruinas,   no pueden llevar a cabo ninguna tarea de mantenimiento, al menos que se procediera a un trabajo de costosa restauración colonial.

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