Incoherencia del programa del FMI

Incoherencia del programa del FMI

En la generalización de la Gran Depresión de 1930, la política contraccionista tuvo un papel de primer orden, la historia económica lo recoge de esa manera. Cada país, impactado por la crisis financiera y sus efectos en los sectores productivos, de manera aislada adoptó medidas para desplazar el consumo de la población hacia productos agrícolas y manufactureros locales, para reducir importaciones,  pero como se consumió lo que se produjo, cayeron las exportaciones y se redujo el bienestar de la población mundial.

La experiencia se ha tomado en cuenta para enfrentar la crisis actual, para no repetir errores, de manera deliberada los países desarrollados han evitado aumentar tarifas y restricciones al comercio para disminuir importaciones. Sin embargo, se teme que el exceso monetario a nivel mundial impacte de manera negativa el comercio y el bienestar. El dólar, con relación al euro y las demás monedas de los países desarrollados, ha perdido valor y las proyecciones son que podría seguir devaluándose, si no se reduce el excedente monetario. En lo inmediato ha sido beneficioso para la economía norteamericana, el precio de las exportaciones se ha reducido y el de las importaciones se ha encarecido, mejorando el balance comercial. Lo negativo para el mundo es que contribuye al mantenimiento de una recesión que se ha generalizado, mecanismo parecido al que se ha querido evitar, el del treinta del pasado siglo.

En República Dominicana el FMI no ha tornado en cuenta el efecto negativo sobre el crecimiento de la reducción de la demanda con motivo del corte a las exenciones. Reconoce un aumento del déficit público para un año que se ha perdido (2009), pero exige reducciones para los próximos años, lo que implicará nuevos impuestos. Persigue que las finanzas públicas dispongan de recursos para pagar el enorme endeudamiento que autoriza, con reducciones de exenciones (ITBIS e impuesto selectivo al consumo), que con seguridad impactarán negativamente el consumo y la inversión, pero  también las importaciones.

Es cierto, reduciendo las exenciones, que implica pagar más impuestos, se cumple con el objetivo de disminuir el déficit público, la manera más fácil de hacerlo, pero también la más costosa socialmente. Está claro que cuando defiende la ampliación del Estado y un mayor nivel de intervención en la economía, el FMI abandona el fundamentalismo de mercado o el neoliberalismo, como también se le llama, procurando que el nuevo gasto reduzca el desempleo que ha subido no menos de 4 puntos y la pobreza que ha aumentado como porcentaje de la población. Pero la reducción de las exenciones, que son nuevos impuestos, podría atentar contra el éxito del programa, y fallar en el logro de los objetivos de desempleo y pobreza implicaría que el crecimiento tendría poca relevancia para la clase media y los pobres, agravándose la tensión social por la desilusión con medidas impositivas que con seguridad serán aplicadas después de las elecciones de mayo del 2010.

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