Incompetencia peligrosa

Incompetencia peligrosa

La intoxicación de otros 126 niños con el desayuno escolar, ocurrida en La Bombita, Azua, es el caso más grave de esta naturaleza que se ha registrado.

Grave, porque ha afectado la  salud de un número muy alto de escolares, y grave porque se produce precisamente cuando el Ministerio Público y otras instancias investigan las causas de estas intoxicaciones.

Aunque para tratar de explicar estas ocurrencias se han barajado hipótesis como sabotaje, guerra comercial y otras, lo evidente es  que algo o alguien está desafiando de manera audaz, con lamentable éxito, la capacidad de las autoridades encargadas de manejar el desayuno escolar.

La incompetencia ha sido más que evidente desde los primeros casos de intoxicaciones. No hay culpables señalados ni explicaciones creíbles de las causas de las intoxicaciones. Las autoridades han aventurado hipótesis, sospechas y presunciones que no conducen a nada. Lo único tangible son 342 escolares intoxicados en escuelas de diferentes comunidades.

Un país no puede estar sometido al riesgo de que “fantasmas” que nunca se dejan ver o tocar jueguen impunemente con la vida de estudiantes y en perjuicio de un programa tan importante como el desayuno escolar. La incompetencia no puede ser más evidente.

 

Inequidad consolidada

Los datos sobre el desempeño de nuestra economía, elogiados por el sector oficial y por organismos internacionales como el FMI, el BID y el Banco Mundial, tienen aspectos contradictorios, paradójicos, inexplicables.

La gran crisis que zarandeó las economías del mundo de  2008 en adelante no logró mellar la solidez de la economía local, que a pesar de todo ese desastre experimentó crecimiento y ha mantenido esa tendencia.

¿Cómo entender que ese crecimiento constante de la economía y la consistencia del “blindaje” que nos ha protegido de la crisis no hayan logrado, en cambio, atenuar los índices de pobreza, y reducir la inequidad?

No ha habido proporcionalidad en el efecto social del crecimiento económico sobre la  pobreza, pero sí sobre las grandes riquezas. Eso explica por qué mientras crece la economía, también aumenta el gran pasivo social que arrastramos.

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