Indiscutiblemente todo país tiene el derecho soberano de escoger sus amigos preferidos y definir sus estrategias de desarrollo.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que una cosa es mostrar amistad y otra muy distinta asumir incondicionalidad.
Ni siquiera un Gobierno autoritario con una política exterior agresiva ejerciendo presión a aliados para forzarlos a asumir sus propias posiciones, incluso en temas económicos y de competencia comercial bajo la falacia de “amenazas a la seguridad”, tiende a respetar a quienes se les subordinan y menos si lo hacen con más indulgencia y complacencia, a la larga, los menosprecian más.
EEUU, a pesar de un pasado tormentoso en las relaciones bilaterales históricas ha forjado relación de alianza con la República Dominicana convirtiéndose en un “socio” estratégico para las relaciones económicas comerciales bilaterales.
Los estadounidenses constituyen una fuente vital de los turistas y las remesas familiares que la amplia diáspora dominicana asentada en aquella nación envía a sus familiares con un peso importante en el flujo de ingresos de la economía dominicana.
Eso es cierto, pero el país puede ser víctima de sí mismo planteándose un “auto chantaje” por el temor de represalias desde Washington si no se le somete a sus designios en política exterior; ¿Van a desemplear a los dominicanos para impedir remesas? Algunos gobiernos latinoamericanos se encuentran ahora ante el dilema de rediseñar su política internacional –especialmente Brasil y Colombia- por haberse alineado incondicionalmente a la política dispuesta desde los bordes del Potomac.
China ha construido puertos de aguas profundas en Jamaica y Bahamas –frente a Estados Unidos- sin que se hundieran esas pequeñas islas ni haber dejado de ser amigas de Washington.
También en el área, China ha construido aeropuertos y en todo el Caribe ha invertido más de 10 mil millones de dólares. El Gobierno dominicano quiere recibir inversiones desde Beijing, aspira que los chinos nos compren más y se quiere a los turistas chinos, los que más viajan y gastan en el mundo, pero le está presentando a China una imagen de hostilidad.
Una cosa es que el Gobierno decida no aceptar inversiones extranjeras en sectores de reserva estratégica y otra muy distinta que solo sea excluyente para China. Es granjearse gratuitamente desconfianza y cerrarse puertas. No hay nada que presente a China como una amenaza de seguridad para la República Dominicana, como no sea la presión de Estados Unidos, proyectada por todo el mundo, para que se le alineen.
Esa actitud sectaria del país refleja claramente sometimiento innecesario e inconveniente a no ser que se sustente en criterios ideológicos trasnochados. En recientes votaciones en la ONU para el ingreso de China al Comité de Derechos Humanos, la campaña estadounidense solo captó 20% de apoyo en contra de China en tanto 72% de los integrantes de la organización respaldaron a Beijing.
No creamos el cuento de que Beijing está solo y aislado. Cuidemos nuestra imagen con inteligencia y diplomacia en aras de nuestro mejor desenvolvimiento. No regalemos preferencias de competencias económico comerciales en perjuicio de intereses nacionales: licitemos y establezcamos reglas claras. Vamos a ver pronto espacios de entendimiento inevitables entre Washington y Beijing que nos pueden dejar mal parados.