Inconformidad natural y el Espíritu de las Leyes

Inconformidad natural y el Espíritu de las Leyes

Por supuesto que no soy abogado. Ni quiero serlo ni haberlo sido. ¡Es que la justicia es tan elusiva y tan compleja!  Tan enmadejada en triquiñuelas, ardides y subterfugios, que llega uno a dudar en las posibilidades de que pueda funcionar bien.

De arrancada, prima facie, recibí con escepticismo las conveniencias del nuevo Código Procesal Penal, por una razón fundamental: la sentía como un riesgoso salto entre el Código Penal vigente que, aunque mal usado, era conocido, y un novedoso sistema importado desde otras expectativas regionales, desde otras trayectorias, naturalezas y verdades de otras naciones de nuestro continente.   

En la obra maestra de Montesquieu, El espíritu de las Leyes, el autor confía en que, en  su extenso trabajo,  “Cada nación encontrará aquí la razón de sus máximas”, pero tal encuentro exige clara inteligencia y agudeza analítica.

Obviamente que las máximas no son las mismas en cada país ni en cada etapa del desarrollo.

A mi ver los dominicanos, pueblo y gobierno, nos traemos un lío padre con las realidades y las prioridades en el manejo del país.

Otro ilustre hombre de leyes francés, Michel de Montaigne tenía el lema base: “Es bueno y legítimo vivir tranquilo”.

Hay que buscar, perseguir, fabricar la tranquilidad. La tranquilidad expandida sobre la base de una posible justicia social que no le tire al rostro  del pueblo el excremento de las inmorales ostentaciones de riquezas mal habidas que embarran de  pestilencias  milenarias  las angustias de quienes carecen de lo esencial para vivir con cierta dignidad.

La droga, la cocaína, la mariguana, las pastillas de Éxtasis y otros excitantes se  han  ido adueñando de los dominicanos “globalizados”.

Globalizados en lo malo.

Se siente  claramente un temor por enfrentar a los “señores de la droga”, necesariamente poderosos, porque sin gran poder no se puede hacer lo que ellos hacen.

¿Progreso?

Ha de tenerse cuidado con lo que tenemos por tal.

Pero puedo asegurar que ningún progreso o ascenso positivo, individual o nacional, ha sido nunca, NUNCA, logrado con extremas cautelas o timideces en la aplicación de las leyes, colocadas bajo sombrillas de impunidades.

En ninguna parte, En ningún tiempo.

Tuve la buena fortuna de vivir y trabajar en Alemania y en rígidas instituciones norteamericanas en las cuales tuve obligaciones disciplinarias. La impunidad prácticamente no existía más que en dosis minúsculas y escasas. Las faltas se castigaban sin contemplaciones.

Anhelo eso para mi país.

¡Ah!, que América Latina no es Europa…que Norteamérica no fue formada por la naturaleza hispánica, por mas rígida que esta aparente ser a causa de ciertas terquedades conductuales que tienen mucho de virtud, integridad y valor.

No ha de proponerse que se les corten las manos a los ladrones.

Pero  sí que se cambie de actitud frente a la fortalecida delincuencia.

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