Inconsecuencias

Inconsecuencias

A pesar de su inadecuada ubicación, el hospital de maternidad Nuestra Señora de la Altagracia continúa siendo un enclave importante en materia de salud materno infantil.

Ese hospital es punto de convergencia al que acuden diariamente decenas de parturientas de escasos recursos. Además, es centro de referimiento para atender complicaciones y casos de gravedad referidos desde otros establecimientos ubicados en las distintas regionales de salud.

A pesar de que otros dos hospitales de la ciudad están especializados en salud materno infantil, la maternidad Nuestra Señora de la Altagracia sigue siendo de una importancia estratégica y lo prueba la masiva afluencia diaria de pacientes, incluyendo muchos casos de alto riesgo que deben ser atendidos allí porque corresponden a personas sin alternativas en materia de salud.

Con todas estas características de por medio, no se entiende que el Nuestra Señora de la Altagracia lleve tres meses sin sala de cuidados intensivos y que se desconozca cuándo podrá contar con ella.

La que fuera sala de cuidados intensivos ha sido desmantelada y sometida a uno de esos interminables procesos de remodelación.

La situación es tal, que el doctor Eusebio Rivera Almodóvar, jefe del departamento de Obstetricia, advirtió a los médicos de otros hospitales que no deben referir pacientes graves hacia la maternidad Nuestra Señora de la Altagracia, porque no hay manera de administrarles atenciones intensivas y corren riesgos de morir en cualquier sala común.

Mantener un hospital de maternidad sin sala de cuidados intensivos durante tres meses es una inconsecuencia que no puede ser justificada de ninguna manera, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un enclave importante de atención directa y referimiento de abundantes casos graves.

El Protocolo de Kyoto  

Ha entrado en vigencia un convenio multilateral de mucha importancia para la humanidad, pues tiene el propósito de disminuir las emisiones de gases contaminantes que contribuyen al calentamiento global de la tierra, un proceso que ha ido alterando las condiciones climatológicas y degradando las condiciones de vida en zonas importantes del mundo.

Aunque son insignificantes los volúmenes de contaminación de este tipo emitidos por la República Dominicana, somos signatarios de un instrumento que debería motivarnos para trazar pautas internas que permitan disminuir la contaminación en sentido general.

El problema ambiental no se resume a las emisiones tóxicas que contempla el Protocolo de Kyoto, sino que abarca todas las formas inadecuadas de manejo y disposición de desperdicios. Aquí, lamentablemente, no hay pautas actualizadas en materia de manejo de residuos, y lo prueban las condiciones en que se encuentran los vertederos de Rafey y Duquesa.

Desde el punto de vista global, en materia de emanaciones de gases tóxicos somos insignificantes, pero pocos nos llevan la delantera en contaminación de aguas y generación de ruidos.

Nuestra aspiración es que los mayores productores de residuos, entre ellos Estados Unidos, que se ha resistido a firmar este acuerdo, valoren la importancia del Protocolo de Kyoto. A lo interno, que los dominicanos proyectemos este esfuerzo hacia aquellos puntos en que nadie nos «tumba el pulso» como contaminantes.

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