La opinión pública se siente insatisfecha por el manejo de las acciones, investigaciones e informaciones del caso Sobeida, pero no solo con ese, sino con varios casos ligados a la seguridad, secuestros, lavado y narcotráfico, provocando que la incredulidad nacional crezca y eso es demasiado peligroso para un país con tantas debilidades institucionales además de desempleo, problemas económicos, apagones, escándalos de corrupción, etcétera.
La mayoría de esos casos se han manejado de forma tan ingenua, para no decir otra cosa, y dejando una estela de acontecimientos tan carentes de lógica, que con razón lleva la gente a pensar que a partir de ahí todo lo que se haga estará salpicado de suspicacias, y eso en nada le favorece al gobierno, a los organismos de seguridad ni mucho menos al país que vive en zozobra constante por los actos de vandalismo e irrespeto que se registran en todos los lugares, lo que obliga a muchas personas a vivir como las guineas tuertas, comenzando por los propios funcionarios que andan resguardados como si el país estuviera en guerra.
Recientemente se informó que al Presidente le gustaría que se llegue hasta el fondo con el mencionado caso de Sobeida, para lo que ha realizado reuniones y dado instrucciones, pero en realidad es la sociedad entera la que espera con ansias que se ofrezcan informaciones con sentido lógico y con ribetes de credibilidad que identifiquen contactos e implicados en tan espinoso expediente.
Pero el temor y las dudas pudieran surgir con mucho más preocupación, si para ir al fondo, quienes están al frente de las investigaciones entiendan necesario la utilización de escafandras para sumergirse en las profundidades del océano o del pantano donde supongan que pueden esconderse las posibles pruebas de los actos cometidos, junto a los tentáculos y andanzas de quienes realizan acciones como las que investigan, alejándose de posibles realidades que pudieran encontrarse a flor de tierra y que no necesiten ni siquiera espejuelos; porque si las respuestas que se ofrezcan no están plenamente robustecidas con pruebas contundentes y cargadas de lógicas que nadie pueda poner en dudas, la decepción e incredulidad serán mayores.
Es probable que el gobierno y los propios investigadores no se hayan percatado de hasta donde ha calado la incredulidad nacional y el peligro que ello representa para cualquier sociedad, especialmente si atraviesa por situaciones difíciles como la nuestra, pero la situación es grave y requiere urgentemente de respuestas claras, lógicas y entendibles, a menos que piensen que el tiempo se encargará de borrarlo todo.
Antes que pretender sumergirse en profundidades desconocidas, para lo que necesitarían artefactos que les permitan ver y respirar sin riesgo alguno, podría ser más recomendable que los responsables directos de la investigación y el orden se aparten aunque sea un poco de las cámaras, los medios y las actividades sociales y les dediquen más tiempo a su labor fundamental, porque la confianza no se logra solamente con publicidad.