Todo indica que la decisión del Pleno de la JCE que ordena suspender hasta junio la entrega a los senadores del Fondo de Gestión Social, mejor conocido como “Barrilito”, encontrará oposición donde era de esperarse que la encontraría; entre los propios legisladores, que por distintas vías han dejado saber que votarán en contra de la medida con la que se busca una mayor equidad entre los candidatos. Y tanto cariño le han cogido algunos senadores a ese fondo, que se atreven a decir que solo “una línea” bajada desde la alta dirección del PLD impediría que rechacen las pretensiones del doctor Roberto Rosario “con una avalancha de votos”. Cristina Lizardo, presidenta del Senado, fue todo lo diplomática que le permitían las circunstancias cuando se le preguntó su opinión sobre la medida cautelar dispuesta por la JCE, conocedora del ánimo que impera entre sus colegas, que no ocultan su disposición de defender con uñas y dientes su “derecho” a recibir esos recursos. Eso no impidió, sin embargo, que fuera particularmente enfática al afirmar que, en última instancia, es al pleno del Senado al que le toca decidir si acepta o no suspender el “barrilito”, y hasta se tomó la molestia de recordar lo que no hacía falta que nos recordara: que el Senado, como poder independiente del Estado, es soberano, por lo que no se le puede imponer ese tipo de medidas. Y por supuesto que lo es, pero dudo mucho que la presidenta del Senado, o cualquiera de sus colegas que tanto empeño y cinismo ponen en justificar lo injustificable, tenga argumentos convincentes para defender la “soberanía” de la que se han valido para legislar en su propio beneficio, porque de eso es precisamente de lo que se trata cuando se habla del dichoso “barrilito”.