Independencia y herencia, palabra y libertad

Independencia y herencia, palabra y libertad

Rafael Acevedo

Si una herencia valoran los pueblos es su independencia, su libertad; muchas veces suponiendo que independencia y libertad son sinónimas. Una buena herencia es aquella que nos facilita la vida presente o por venir. En el Cibao un anciano tenía varios hijos a los que no les gustaba la agricultura. Estando de gravedad, sus hijos se acercaron y le preguntaron que adonde había escondido la herencia. El anciano, que ya no hablaba, señalaba con insistencia hacia el suelo. Entendieron que estaría enterrada debajo de la cama. No habiéndola encontrado allí, continuaron hoyando en el patio, luego, tras haber excavado en derredor, terminaron por arar todo el predio, sembrándolo de tabaco, tras lo cual terminaron siendo agricultores de fama en la región. En más tiempos remotos, un marinero italiano llevó a Calabria un loro muy hermoso que pronto aprendió palabras del dialecto local. Entre estas, una grosería que cuantas veces el pajarraco la profería la piadosa madre del marinero lo amenazaba con la escoba. Un día, ausentado el calabrés, tras una paliza, el loro escapó y fue capturado y vendido a una tienda de animales exóticos.
Allí estaba triste y arrinconado hasta que teniendo noticias de éste, el marinero se apersonó a procurarlo. Su precio de venta era demasiado alto. Como no había otra forma de demostrar que era suyo, el marinero apostó con el tendero, y azuzaba al loro para que dijese la palabrota aquella, mas el loro temía que lo golpeasen. El dueño insistía amoroso: “Mio caro, di la parola”; y con impaciencia “…animale allocco, di la maledetta parola”. El loro no entendió que esta vez la palabra lo salvaría.
Nuestros Fundadores pronunciaron la independencia respecto de la dominación haitiana y de toda potencia extranjera. Su concepto de libertad, sin embargo, se refería a algo mucho más profundo: se trata, como lo expresa nuestro escudo de armas, de “la libertad que nos hará libres”. Aquí, de nuevo, la herencia está en una clave, la libertad que viene de la palabra. Cosa que, de primera lectura, es fácil de entender: es, ha sido y será de las letras, del aprendizaje de las palabras de donde los hombres han obtenido sabiduría, ciencia y dominio de la naturaleza y de las relaciones sociales y políticas. (Incluida, obviamente, el álgebra y los algoritmos, que son expresiones simbólicas de conceptos abstractos).
Es de la palabra de donde viene la libertad, pero especialmente, de la palabra que tiene contenido inequívoco de veracidad: la que viene de Dios. Es exactamente la fórmula de los trinitarios: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, del libro de Juan, 8:32.
Los europeos, desde griegos, galos, vikingos y visigodos, basaron su evolución social y económica en los principios bíblicos; por eso está la cruz en tantas banderas.
Los ingleses y los norteamericanos se fundaron en la Biblia. No somos quiénes los dominicanos para ignorar la heredad dejada por nuestros Fundadores, viviendo de espaldas a la verdad revelada, esperando, inútilmente, que la libertad venga de otra parte. (¡Procura la parola!).

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