Este pueblo, que hoy celebra el 168 aniversario del nacimiento de la República Dominicana como territorio libre de toda dominación extranjera, ha demostrado a través de su historia que siempre ha sido defensor intransigente de la autodeterminación. En virtud de ese sentimiento, se puede decir que el 27 de febrero de 1844 fue la consumación del resultado de luchas de más de tres siglos, durante los cuales fuerzas foráneas intentaron perpetuar su dominación.
La historia recoge cómo los dominicanos exhibieron con indiscutible valor su idiosincrasia libertaria para enfrentar más de tres siglos de dominación española y los intentos que con propósitos similares hicieron franceses y haitianos. Y recoge cómo en 1821 el país alcanza, con José Núñez de Cáceres a la cabeza, una primera independencia, que aunque efímera, envió al mundo la señal de que este es un pueblo indómito.
La toma del país por las fuerzas militares haitianas en 1822 no hizo más que atizar el fuego independentista y 22 años después, el 27 de febrero de 1844, los héroes encabezados por Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella declaran la independencia nacional, una independencia que debió ser restaurada debido a los intentos de anexión del país a la potencia española. En esta fecha nos reafirmamos con justificado orgullo como pueblo independiente por idiosincrasia.
Un puente hacia ninguna parte
Las autoridades de este país pueden reclamar para sí el máximo galardón por ostentar la mayor indolencia en el manejo de recursos del Estado.
La cantidad de obras iniciadas y dejadas a medio talle sería suficiente para tener éxito en la gestión de este reconocimiento, si acaso existiese en Guinnes o cualquier otro registro de marcas mundiales.
Esta vez nos sirve como ejemplo el puente Caimán, que enlazaría a Barahona y Pedernales, cuya construcción fue iniciada hace 14 años, está paralizada y su fecha de terminación continúa siendo un acertijo.
No se sabe por cuáles causas esta obra ha sido interrumpida varias veces desde su inicio, pero de seguro esa circunstancia inflará cada vez más su costo. Gracias a la indolencia oficial, podemos reclamar también un premio por tener un puente hacia ninguna parte.