India y Pakistán: tan cercanos pero tan diferentes

India y Pakistán: tan cercanos pero tan diferentes

ISLAMABAD, Pakistán – En la capital india de Nueva Delhi el jueves, una apreciada tradición se desarrolló hasta llegar a una conclusión espectacular. Los meseros veían las pantallas de televisión a la espera de los resultados electorales e ignoraban a sus clientes. Los choferes permanecían sentados bajo el sofocante calor vespertino escuchando los boletines de la radio. Los transéuntes se detenían aa observar los recuentos de votos en un gran pizarrón noticioso.

La excitación, la incredulidad y la consternación bullían. Los votantes indios habían fraguado un resultado enormemente sorprendente, dando a una alianza encabezada por el opositor Partido del Congreso una victoria sobre la gobernante coalición nacionalista hindú del país.

En un discurs en televisión nacional, el Primer Ministro Atal Bihari Vajpayee admitió la derrota y renunció al poder. No cuestionó los resultados ni acusó a sus oponentes de tácticas injustas. «El pueblo dio su veredicto», dijo. «Lo acepto».

En Pakistán, una realidad diferente se desarrolló la semana pasada. El martes, Shahbaz Sharif, el hermano menor del Primer Ministro electo derrocado por el general Pervez Musharraf en un golpe de estado en 1999, trató de reingresar al país. A las dos horas, fue deportado.

Policías antimotines arrestaron a cientos de los simpatizantes de Sharif en Lahore, la ciudad donde aterrizó. Periodistas fueron golpeados, y la presión gubernamental provocó que una estación televisiva independiente no transmitiera una entrevista grabadas con Sharif. El servicio de telefonía celular en Lahore fue suspendido por dos horas.

India y Pakistán son países vecinos que comparten mucha historia y cultura. Pero los dramas de la semana pasada no podían haber sido más diferentes.

La diferencia entre los dos no parece estar en la ley; ambos tienen constituciones que promulgan la democracia parlamentaria como la ley del país. No parece ser la gente; ambos tienen poblaciones talentosas, pensantes y profundamente patrióticas ansiosas de ver prosperar a sus naciones.

La diferencia parece ser una cultura de democracia que ha evolucionado en India en los últimos 57 años, mientras que en Pakistán la democracia no ha nacido aún.

La democracia ha surgido de manera desigual en el sur de Asia. De manera que Pakistán no está solo. En Nepal, Sri Lanka, Bangladesh y en ocasiones incluso en India, los esfuerzos para establecer la democracia tienen que combatir una mentalidad del ganador toma todo y no hace compromisos entre los políticos. Los partidos trabajan afanosamente para socavarse unos a otros, haciendo descarrilar proyectos de desarrollo y perjudicando a la economía del país en el proceso. La corrupción sigue siendo crónica, y los generales o monarcas a menudo la citan como la razón de que deban apoderarse de las riendas del país ellos mismos.

Ese escepticismo acerca de la democracia quedó en exhibición aquí la semana pasada, cuando un colaborador cercano de Musharraf elogió la gracia de Vajpayee en la derrota, pero dijo que la democracia no era lo correcto para Pakistán en este momento. Dijo que los únicos modelos exitosos de desarrollo económico en el mundo en desarrollo eran países que tenían largos periodos de régimen semiautoritario estable. Puso a Malasia e Indonesia como ejemplos, ignorando a los democráticos Japón y Corea del Sur.

Una clave para la democracia de India es su desarrollo de instituciones fuertes. Su Corte Suprema y su comisión electoral se las han ingeniado para seguir siendo relativamente independientes de la política. Su población enormemente diversa también ha encontrado que las elecciones regulares pueden aliviar las presiones de las diferencias económicas, sociales y de castas. La victoria del Partido del Congreso la semana pasada, de hecho, fue vista en gran medida como un voto de protesta efectivo por parte de los pobres urbanos y rurales del país, que se han sentido excluidos del auge de tecnología de India.

Otra diferencia en la cultura política es que India es un estado secular, y Pakistán es un estado específicamente musulmán.

Y luego está la historia. Una temprana tradición democrática fue fundada en India por su primer primer ministro, Jawaharlal Nehru, quien gobernó de 1947 a 1964 y celebró elecciones regulares.

En los años 70, India casi perdió su camino durante el régimen de la imperiosa hija de Nehry, Indira Gandhi, cuando declaró un estado de emergencia desés de que tribunales la encontraron culpable de malas prácticas electorales y le prohibió ocupar cargos públicos. Arrestó a sus críticos y rivales, suspendió la actividad política, amordazó a la prensa y gobernó por decreto.

Pero bajo fuerte presión nacional e internacionalmente, convocó a elecciones en 1977, buscando validar su gobierno. En vez de ello, los votantes de India la expulsaron del poder, y Gandhi aceptó los resultados.

Se estableció un precedente poderoso, y la próxima vez que Gandhi quizo gobernar tuvo que buscar la reelección. (Lo hizo, en 1980, y ganó.) Así lo han hecho todos los líderes desde entonces.

En Pakistán, en contraste, el padre político del país, Mohammed Ali Jinnah, murió apenas 13 meses después de la fundación del país en 1947, y el asesinato de su asociado más cercano cuatro años después estableció un precedente de violencia política. Por ello, a Pakistán se le negó la temprana estabilidad en la cual India pudo crear instituciones fuertes y hábitos democráticos.

En 1958, después de que una serie de gobiernos civiles débiles llevó a Pakistán al borde del colapso económico, el comandante del ejército, general Mohammad Ayub Khan, tomó el poder en un golpe de estado. Desde entonces, pese a periodos de régimen democrático en los años 70 y 90, los líderes militares han gobernado a Pakistán durante gran parte de su historia, con respaldo de Estados Unidos como aliado durante gran parte de la Guerra Fría.

Hoy en día, políticos de oposición dicen que el apoyo estadounidense a Musharraf da al ejército paquistaní rienda suelta para reprimirlos. Dos días después de que Sharif fue deportado, la secretaria de Estado asistente Christina Rocca visitó Pakistán y expresó preocupación por la represión policial contra los empleados del partido de Sharif. Pero reafirmó el apoyo de Estados Unidos al régimen de Musharraf.

Colaboradores cercanos de Musharraf dijeron que el hecho de que la deportación de Sharif no provocara grandes protestas callejeras demostró que los paquistaníes promedio han perdido la confianza en los políticos. «Notará que el paquistaní promedio ya no está obsesionado con la política», dijo un colaborador. «Se han desilusionado por la forma en que la política es manejada en este país».

Pero Ayaz Amir, columnista del periódico paquistaní Dawn, lamentó el estado de las cosas. En una columna publicada el viernes, advirtió que el sistema político de Musharraf estaba «amenazando con poner a dormir a Pakistán».

«Sospecho que el gran drama de la democracia en el país vecino», escribió, «deja a muchos paquistaníes (permítanme que no suponga que hablo en nombre de todos) con una sensación de tristeza, porque es un recordatorio de lo que su país se está perdiendo y en que ha ido mal».

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