Indiferencia tenebrosa

Indiferencia tenebrosa

Los haitianos han depredado la capa boscosa de su territorio para proveerse de leña, carbón y madera para viviendas. La desertificación de Haití ha sido el resultado de una tala irracional de árboles que ha acabado con los ríos y ha dañado severamente los suelos.

Un aspecto dramático del problema es que la población haitiana ha continuado aumentando, y con ella la demanda de maderables que ya no aparecen en el territorio propio. No hay que hacer el menor esfuerzo para suponer que, agotada la madera en Haití, el sitio ideal para encontrarla es la República Dominicana.

Hace unos días, el primer ministro haitiano, Gerard Latortue, hablaba del desastre ecológico que vive su país  advertía sobre los riesgos que esa situación plantea para la República Dominicana. Ni el premier haitiano descubría entonces la pólvora ni los dominicanos estaban escuchando algo desconocido

-II-

Un aspecto dramático de la despoblación forestal en Haití es su desplazamiento hacia el territorio dominicano. Esto se agrava no sólo por el hecho de que cada vez es mayor el número de haitianos que se adentra en territorio dominicano en busca de madera, sino que, además, cada vez es mayor el número de «socios» o cómplices dominicanos que les facilita la tarea para compartir ganancias.

Una buena parte del carbón que consumen las poblaciones fronterizas de Haití proviene de la República Dominicana y es trasegado con amparo de cómplices dominicanos.

Gerard Latortue, pues, no ha planteado algo que desconozcamos los dominicanos, aunque sí algo ante lo cual hemos sido indiferentes hasta el pecado.

En Haití y República Dominicana operan mafias que negocian mano de obra y mercancías. Inclusive, se sospecha que muchos vehículos robados en la República Dominicana van a parar a Haití. Desde Haití hacia nuestro país opera el trasiego de armas y drogas, a pesar de los esfuerzos por impedirlo, y en la zona fronteriza las bandas de cuatreros constituyen una de las más grandes preocupaciones de los criadores de ganado de ambos países.

-III-

De todo lo dicho por Latortue y sabido ampliamente por las autoridades dominicanas de todos los tiempos la parte más dramática y preocupante es la frialdad e indiferencia de los dominicanos ante estos problemas.

No parece que se haga lo suficiente por detener la tala de árboles por parte de haitianos que penetran a territorio dominicano, ni parece que se haya hecho algo por detectar y encarcelar a sus cómplices en territorio nacional.

Ningún Gobierno dominicano se ha esforzado por interesar a los haitianos en el uso de estufas a gas propano, como parte de un programa que bien podría ser sustentado con respaldo de organismos internacionales especializados en la preservación del ambiente.

En materia de ecosistemas, los haitianos tienen poco o nada que perder, pues ya han arrasado la capa boscosa y secado una buena parte de los ríos en su territorio. En cambio, los dominicanos todavía tenemos mucho que defender en esta materia y resulta contradictorio que, a pesar de eso, mantengamos tan tenebrosa indiferencia ante un asunto de vida.

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