¡Indignación!

¡Indignación!

Hace años, que siete amantes de la naturaleza y su país se reúnen frecuentemente a ‘montear’ a bordo de sus motores… Chequean sus aplicaciones digitales y revisan lo que enfrentarán en cada uno de sus viajes… ¡Ya son 20!… Pedro Ureña, Gilberto Ureña, Luis Cordero, Diego Cordero, Yoni Aquino, Oscar Valiente y Juan Manuel Anico ríen felices al soñar con cada paseo… Confían en sus instintos y destrezas deportivas… Jamás imaginaron que, un mes y medio después de planificar esta última experiencia, las redes sociales iban a explotar de esta forma: “¡No me jodas! ¿Y eso es verdad? ¿Y están secuestrados?”… “¿Hasta dónde vamos a llegar?… Si esta gente cruza la frontera como Pedro por su casa”… “Una falta de voluntad y, por ende, de seguridad fronteriza”… “Esto es muy preocupante… Lamentable… Buenoooo”… “Andar por la Internacional no es hacer turismo interno, es jugar a la ruleta rusa con la mitad de la recámara llena de balas”… “Si no es una protesta, son asaltantes… O, peajes”… “Más temprano que tarde, habrá un desenlace peligroso”… “Miren lo que ha entregado la Embajada de EU a todos sus nacionales que quisieran viajar a Haití”… “El Dr. Yoni Aquino, intensivista de la clínica Abel González, también estaba dentro de los emboscados… ¡¡¡Qué barbaridad!!!”… “Lo que sucede es que, como nosotros ya no tenemos jurisdicción militar porque nos la quitaron con la modificación que se hizo al Código Penal, los militares que se ven envueltos en este tipo de problema automáticamente los pasan a la Justicia Civil, y pierden lo más por lo menos… Entonces, después que tú tienes tantos años en una institución –porque se supone que somos Seguridad Nacional- la institución te da la espalda para defenderte… Y, cualquiera no quiere meterse en problemas… Tú sabes cómo es la cuestión de los Derechos Humanos… Tú matas a un dominicano y no pasa nada, pero, mata a un haitiano para que tú veas cómo te caen arriba todos los organismos internacionales”… “Ya lo sé, poco me lo ‘jayo’ yo lo que están haciendo, y nosotros ni nos enteramos, porque les pasa a otros que no son conocidos”… “Mira la nueva motocicleta para el Dr. Ureña y el grupo: ¡¡¡Ametralladoras cargadas!!!”… “¡Ay, Cristo!… ¿Dónde llegaremos!”… “¿Qué se cuece en la frontera, que alguien no quiere que se sepa al influir miedo para que no pasemos por ella?”… “La situación de nuestro país es muy lamentable… ¡Hay que hacer algo!” Píndaro y Herminio se han reunido con su amigo José Ureña y, justo debajo de una palma dominicana, escuchan boquiabiertos, a Gilberto –uno de los secuestrados-, narrar su vivencia… “El viernes 9, salimos desde Santo Domingo alrededor de las 7 de la mañana hacia el Hoyo de Pelempito y, luego, a Cabo Rojo… Ya, el sábado, enfilamos hacia Polo, Cabral, San Juan, Pedro Santana, Restauración, para tratar de llegar a Mao vía Monción… Durante un empedrado trayecto tuvimos dos motocicletas con neumáticos pinchados, lo que a pleno sol nos atrasó un par de horas… A la una y media estábamos ya saliendo de Pedro Santana, camino a Restauración… ‘Heyyyy… ¡Otros pinchados!’ Gritó alguien… A las 3 de la tarde, justo al llegar a un punto de ruta, vimos el motor de uno de nuestros compañeros rodeado de haitianos… En segundos ¡Pensamos lo habían matado!” ¡Seis ojos siguen abiertos como una moneda de 10 pesos!… Les parece que viven una novela de Arturo Pérez Reverte… “Tratamos de dar vuelta atrás, pero fuimos interceptados por un mayor grupo de haitianos armados de machetes, cuchillos, hachas, punzones… ¡Gritos desafiantes y agresivos en su idioma, mientras movían sus armas, nos agarraban por los brazos, sostenían nuestras motos y nos quitaban nuestros celulares y pertenencias!” “¿Y qué pensaron al verse acorralados?” –pregunta Píndaro-… “¡Casi nos linchan! –responde de inmediato Gilberto-… Pensamos en nuestros hijos e hijas”. “¿Y no había alguno de los famosos militares entrenados para velar por la frontera?” -cuestiona Herminio-… “Juan Manuel Anico, fue el primero en llegar a la escena y, de inmediato, vio y habló con los militares” –responde Gilberto-… “No, estaban cerca de otros dominicanos previamente allí capturados y, como nos llevaron para allá, fuimos a preguntarles qué sucedía y el porqué no hacían nada al respecto” –comenta cabizbajo… “¿Y no hicieron nada? –pregunta un indignado Píndaro-… “¡Nos respondieron que no podían hacer nada y que no estaban autorizados a usar la fuerza pública! –responde…La pesadilla se convirtió en unas dos horas y media de tortura psicológica… Nos encontramos en manos de un grupo de haitianos, cuyo agresivo mando estaba en manos de los más jóvenes, mientras los más adultos trataban de mediar”. “¿Y qué se queda en tu cabeza, luego de esta amarga experiencia?” –cuestiona Píndaro-… “Todos, estamos expuestos a ser asaltados por la delincuencia de hoy en nuestro país… Realidad y no percepción… Pero, el ser asaltados, amenazados con armas blancas de todo tipo y estar cerca de la muerte por una turba de haitianos en territorio dominicano frente a militares dominicanos que se quedaron mirando todo este atropello sin inmutarse, nos generan muchas preguntas: ¿En qué país del mundo, extranjeros secuestran nacionales y las autoridades no reaccionan?… ¿Por qué otros dominicanos, capturados antes que nosotros en el mismo lugar, nos dicen que eso es sumamente frecuente y que por eso han dejado de cruzar por esa zona, porque nadie los oye?… ¿Por qué los dominicanos no nos atrevemos ni a defender a nuestra gente?… ¿Por qué, en los cerca de 70 kilómetros de trayecto en la frontera sólo vimos 7 guardias?… ¿Por qué, el guardia destacado en el puesto siguiente de chequeo nos preguntó sorprendido: ‘¿Los soltaron?’….Un dominicano, de los capturados, nos dijo: ‘¡Por eso tenía tres años que no pasaba por aquí!’ y, otro le ripostó: ‘Pues yo si paso, carajo, porque no es verdad que le dejaré mi tierra a los haitianos… ¡Que me secuestren 10 veces!’…”.Y, Píndaro exclama: “¡INDIGNACIÓN!».

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