Indignados por tanta perversidad

Indignados por tanta perversidad

Absolutamente nadie tiene argumentos para demostrar que el tránsito de vehículos por la capital dominicana ha mejorado en los siete años recientes. La movilidad ha empeorado hasta límites nunca imaginados.

La  velocidad promedio de circulación ha disminuido de tal manera que trasladarse toma cada vez más tiempo que el día anterior. Ya los tapones de tránsito por las “vías rápidas” son constantes entre las siete de la mañana y las diez de la noche. La tolerancia ha desaparecido y los agentes de tránsito parecen estar permanentemente en huelga. Sólo aparecen, esporádicamente, para complicar más las situaciones en las intersecciones donde hay semáforos funcionando.

El caos vehicular progresa indetenible a pesar de que el gobierno del doctor Leonel Fernández ha gastado cerca de tres mil millones de dólares en obras de infraestructura en el Santo Domingo metropolitano. Mientras despilfarra en la capital, nada ha invertido en el tránsito del resto del país. Cuando termine su gestión, dentro de quince meses, el transporte de pasajeros y de carga estará mucho peor que como lo encontró en 2004. Habría que preguntarse entonces: ¿Dentro de qué categoría podría ubicarse el fracaso de esa política de transporte que todo lo ha dañado y pervertido? El desastre ha sido tan grande en este importante sector de la economía que de nada han valido lo enormes gastos en publicidad y en propaganda que han tratado de maquillar la imagen del ineficiente Metro y el absurdo Corredor Duarte.

Ahora, cuando más estresada está la población por tanto tiempo y combustible caro desperdiciados, nos encontramos con que el inefable Director de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) presiona al Senado de la República para “la aprobación urgente de varios préstamos por 251 millones de euros, equivalentes a trece mil quinientos millones de pesos dominicanos.” Lo que más indigna del ingeniero Diandino Peña Crique es que el argumento sea el paseo en tren por la segunda línea del Metro que el Presidente prometió daría a los legisladores luego de que leyera su informe a la nación el 27 de febrero de 2012. Esa frívola fragilidad desdice mucho de un Ministro, quien se supone debía ser un defensor de los intereses de la sociedad. Mientras tanto, la epidemia del cólera asesina a los sectores más empobrecidos del país al tiempo que el anillo palaciego se enriquece aún más.

Desde año y medio atrás, empezaron a surgir señales de que el proyecto oficial de impunidad garantizada  y de perpetuidad en el poder del presidente Fernández fracasaría. La conjunción en contra del reeleccionismo y de la corrupción se dio entre el empresariado, la iglesia católica y la sociedad civil, todos impulsados por un sector pujante y dinámico de la juventud de clase media. El anillo palaciego ha venido sufriendo pequeñas derrotas día tras día desde que esa juventud resistió hasta impedir la instalación de una fábrica de cemento en Los Haitises. Y, desde entonces, los planes y proyectos de Leonel Fernández se han vuelto sal en agua y ahora sólo piensan en salir del lío con el menor daño posible.

La realidad es que la OPRET, la Oficina de Ingenieros Supervisores y el Ministerio de Obras Públicas, han sido desde siempre los recaudadores fundamentales de la acumulación originaria de capital del grupo de Leonel Fernández. Ahora, sus funcionarios principales han percibido que, de una u otra manera, no administrarán esos organismos más allá de agosto de 2012. Serán, de seguro, desplazados, ya por Hipólito Mejía o por cualquier otro entre los candidatos del Partido de la Liberación Dominicana.

No todos tendrán la suerte de ser favorecidos por el presidente Fernández con una Senaduría para que puedan evitar las sanciones que les corresponden. Espantados por el fracaso del proyecto de perpetuación en el poder de Leonel Fernández, se dan cuenta de que les queda apenas un año y tres meses para exprimir con más fuerza los fondos públicos. Y llegan a la conclusión de que deben acumular más para, en el futuro próximo, defenderse cuando a alguien se le ocurra revisar los precios unitarios de las obras realizadas y profundizar en las comisiones recibidas por tantos préstamos internacionales despilfarrados.

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