Indolencia

Indolencia

Como en el caso de la gallina y el huevo, en el problema de los hospitales será difícil establecer cuál fue primero, si la indolencia del Estado o la de los médicos. Francamente, ahora mismo es difícil discernir si el actual Gobierno ha heredado un descalabro de los servicios sanitarios, o si los centros y subcentros de salud son los que han recibido como herencia más indiferencia del sector oficial.

Lo que sí está claro es que la crisis hospitalaria se ha convertido en muestra de continuidad del Estado, pues tanto en la administración pasada como ahora, los hospitales han estado sometidos a un régimen de desabastecimiento pavoroso.

Los médicos y paramédicos de los 173 hospitales, centros y subcentros de la Secretaría de Salud Pública y el Instituto Dominicano de Seguros Sociales han decidido paralizarlos para exigir abastecimiento de medicinas y equipos y aumentos de sueldos de médicos, enfermeras, bioanalistas y otros trabajadores del área de la salud.

Es difícil atribuir indolencia al personal por el paro de labores, pues su reclamo de abastecimiento lleva ya bastante tiempo sin ser atendido. Pero es difícil, también, entender que sean abandonados los servicios de los cuales depende la salud y hasta la vida de miles de personas de bajos ingresos que no tienen acceso a la medicina privada, pero también se hace cuesta arriba convencer a alguien de que hay motivos que puedan justificar el abandono a que están siendo sometidos los centros de salud.

II

En una semana han perecido siete pacientes renales que periódicamente son sometidos a procesos de diálisis peritoneal en el hospital Salvador B. Gautier, del Seguro Social. La falta de medicamentos y materiales necesarios para estos procesos provocó esas muertes. Esto habla muy claro de la situación de los hospitales públicos.

El hospital Gautier, como todos los centros pertenecientes al IDSS, enfrenta graves dificultades de abastecimiento y funcionalidad desde que fue puesto en vigencia el nuevo régimen de seguridad social que, por cierto, hasta prueba en contrario ha sido un rotundo fracaso.

Aunque por otras causas que no es preciso enumerar, los hospitales de Salud Pública atraviesan una situación deprimente, han desmejorado sus servicios, sus presupuestos no les alcanzan, los equipos se deterioran y cada vez se hace más difícil el trabajo de médicos y sus auxiliares.

En Salud Pública y el Seguro Social los enfermos han sido dejados a su suerte y no se vislumbra el momento en que el Estado va a retomar su obligación de garante de la salud del pueblo dominicano.

Aunque las precariedades han desmejorado la calidad de los servicios hospitalarios, su paralización total empeora las cosas, pues se les quita a los pacientes la única alternativa que tienen de atender sus dolencias.

Definitivamente, hay una radicalización de las posiciones de los médicos y las autoridades, hasta el punto de que se ha perdido la noción del papel que debe jugar cada uno en una materia tan delicada como la de la salud. De uno y de otro lado hay que deponer la indolencia.

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