Inequidad en la inversión en movilidad urbana

Inequidad en la inversión en movilidad urbana

La existencia o no de un eficiente sistema de transporte urbano determina el buen o mal funcionamiento de la economía de una ciudad y la calidad de vida de sus habitantes. Ningún sistema de transporte puede ser eficiente si este no cuenta con una trama urbana racionalmente diseñada y gestionada con sentido de inclusión social de sus habitantes y sin una inversión en la construcción de las obras de  infraestructura en que descansa el discurrir de la vida de la ciudad con sentido de equidad.

Las últimas grandes inversiones en infraestructuras urbanas orientadas hacia el transporte, vialidad y movilidad en la ciudad de Santo Domingo han recibido muchas críticas porque sus ejecutantes nunca han presentado al público los planes y estudio que la sustentan y por el alto costo de las mismas. Sin embargo, creo que aunque los costes no fuesen tan cuantiosos y los planos se hubiesen hecho y difundido, la mayoría de esas inversiones no resolvían sustancialmente los problemas básicos de esta ciudad.

Por ejemplo, el limitado aporte que hace la primera línea del Metro se debe básicamente a las pobres potencialidades que tiene su trayecto escogido, en términos de concentración de actividad económica y poblacional. El trayecto de esta segunda línea, se hará sobre una virtual carretera urbana, sin trama ni tejido urbanos, una vía monofuncional que tiene servicios que por su naturaleza y ubicación, básicamente, sólo atraen usuarios que no usan medios de transporte público, una vía en cuyo eje no se identifican los elementos propios de una ciudad: diversidad de actividades que determine una diversidad de sus usuarios, lo cual, la afluencia de usuarios que tendrían muchas estaciones que tendría este trayecto tendería a ser bajísima, debido a la relativa poca cantidad de habitantes y de servicios de uso masivo ubicados en el referido trayecto.

El carácter de carretera urbana del trayecto de la línea dos, limitaría las posibilidades de potenciar la línea uno. Además de eso, la intervención del llamado Corredor Duarte en el referido trayecto,  limitaría las posibilidades de que en este se realicen eventuales intervenciones alternativas de transportes colectivo, tales como: el metro-bus, trolebús o tranvías, que con tantos éxitos y relativo poco costo, se han practicado en Quito, Bogotá, Guayaquil, entre otras ciudades de la región.

Además, tanto ese corredor, como los túneles y elevados potencian fundamentalmente el transporte privado, lo cual es una injusticia, pues  de los bolsillos de los usuarios del transporte colectivo se financian obras de casi exclusivo beneficio para los usuarios del transporte privado.

Esta circunstancia, más el hecho de que por pura politiquería se mantenga el primitivo sistema de “concho”, a través de la importación de miles de nuevas unidades de automóvil y no de autobuses para el transporte público, no solamente no soluciona el tema de la movilidad urbana en esta metrópolis, sino que empeora la calidad de la vida de sus habitantes, limita las potencialidades de su economía y las posibilidades de una real inclusión social.

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