Inequidad social segmenta la población universitaria

Inequidad social segmenta la población universitaria

“ El día que el país conozca las características del estudiante que ingresa a la UASD dirá que somos magos, por lo que se obtiene de ellos. Lo que hay que ver es qué agregas en valor a lo que recibes, no sólo si es bueno o es malo el que salió, ¿y cómo lo recibiste?, sus niveles de vida, de formación, el aspecto familiar, viviendo de la caridad, con un autoestima en el piso. El país tiene en la UASD una de las igualadoras sociales de más valor por las oportunidades que abre, independientemente de que acepte como una realidad que estemos invirtiendo 80 y sacando 20, por ejemplo, o que de cada 100  se nos queden fuera 75”. Roberto Reyna

POR MINERVA ISA Y ELADIO PICHARDO

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A la luz de un candil, como en una regresión al siglo XIX, las letras guerrean con las sombras para llegar a los ojos ansiosos de la joven que desafía la oscuridad entre tantos escollos entreverados con el bullicio de las “bebentinas” y trifulcas barriales, las balaceras entre pandilleros y narcotraficantes que le impiden estudiar unas horas arrebatadas al sueño, al descanso que reclama una agobiante jornada laboral y la universidad.

En otra zona marginada de Santo Domingo, un estudiante lanza improperios al oscurecerse la pantalla de la computadora traída por su padre que emigró a Nueva York, impidiéndole finalizar la tarea. ¡Otro apagón¡, exclama una muchacha cerrando el folleto, justo esa noche cuando Guachupita no estaba encandilada con los tiroteos de bandas juveniles, justo cuando el padre hizo un alto en sus recurrentes borracheras y no tenía que permanecer alerta para evitar la golpiza a la madre, su escuálida progenitora de la que heredó la desnutrición crónica que por generaciones ha tenido por legado su familia, el hambre oculta patente en los hermanos que duermen amontonados en un mísero cuartucho.  Mientras, abriéndose paso en las tinieblas que envuelven a Gualey, una joven regresa en un motoconcho, exponiéndose al asalto, a la violación sexual, a ser alcanzada por una de las balas que silban en esos escenarios de violencia, en esas madrigueras de delincuentes.

Es el drama cotidiano de miles de estudiantes universitarios que cada noche regresan a su barrio desde la UASD o de academias privadas de más bajo costo y pésima calidad, en las que se inscriben con inmensas privaciones huyendo a los paros y desórdenes, a las innúmeras trabas que alargan  la carrera en la academia estatal.

Múltiples peripecias

 La crisis energética que padece el país por más de tres decenios sin asomar solución, es sólo uno de los múltiples  sinsabores, peripecias sin fin que día a día sortean con un gran desgaste emocional, muchachos y muchachas deseosos de superarse, que hacen ingentes esfuerzos para ser profesional.

Protagonizan dramas terribles en hogares violentos, incompletos, la madre o el padre en Estados Unidos o Europa, familias desmembradas, fracturadas, un hermano en la droga y otra violada, prostituida, desde niña abusada. Vejaciones,  cicatrices físicas y emocionales, taras profundas de la cultura de la pobreza. Problemas motivacionales, sicoafectivos, sentimientos de frustración y baja autoestima, desorientación vocacional y precaria adaptación al medio universitario, que inciden en el rendimiento académico. Tragedias que al ser narradas conmueven hasta las lágrimas, indignan o encolerizan a una maestra o a un profesor al comprobar cómo los conflictos personales y familiares, su entorno hostil y carencias nutricionales desde el vientre materno, merman la capacidad de concentración, la atención y retentiva. Tales limitaciones, origen y efecto de las barreras impuestas por la sempiterna pobreza y una supina ignorancia, entorpecen el aprendizaje, abonan el fracaso escolar o profesional, manteniéndolos en un limbo que no da paso al nutrimento intelectual.

Entre esos estudiantes y los de universidades privadas mejor dotadas hay diferencias notables en la capacidad de aprendizaje, que repercuten en la calidad de su formación profesional. Una calidad asociada a los principales elementos que conforman el sistema educacional: el factor estudiantil, el profesoral y el institucional, marcados por  enormes  asimetrías, muy acentuadas en la infraestructura y los equipamientos. Edificaciones modernas, aulas y laboratorios bien acondicionados para unos, instalaciones precarias, equipos obsoletos o inexistentes para otros.

Como reflejo de la sociedad, la educación dominicana está signada por  inequidades, grandes desigualdades entre los estudiantes de Santo Domingo y los de recintos provinciales, y un gran desbalance determinado por la clase social, su condición socioeconómica y el bagaje cultural. 

Reducidos segmentos sociales invierten recursos cuantiosos en educación aquí y en el exterior, renglón que también absorbe una partida apreciable en los estratos de medianos ingresos, mientras la mayoría carece de presupuestos educativos  y, en muchos casos, de conciencia de su importancia.

Con esos condicionantes, las academias privadas no tienen la misma composición en su población estudiantil. Según su costo, concentran distintos tipos de alumnos, a las de mayores tarifas asisten los de clase media y media alta,  y en las de menor nivel, una gran cantidad de estudiantes de capas medias bajas y de sectores populares como los que asisten a la UASD.

Aunque de la universidad estatal egresan algunos profesionales brillantes, una de sus debilidades es el escaso nivel educacional y las condiciones económicas precarias de por lo menos dos tercios de sus 159 mil inscritos. Sus padres no tienen las calificaciones suficientes para ayudarlos, son menos educados que ellos,  analfabetos o con tres o cuatro años de escolaridad. Sus limitaciones son enormes, muy pocos poseen una computadora, un espacio en sus casas para estudiar, ni siquiera disponen siempre para comida y transporte.

Esas desigualdades  se aprecian entre los profesores, pero son más notables en los alumnos, el factor fundamental, el ente con quien se va a trabajar, a quien se va a modelar, la materia prima de la que se extraerán las competencias profesionales. Son ellos, con sus ventajas o desventajas económicas, su mayor o menor capital sociocultural, los que en gran medida determinan la diferencia.

 Las universidades de más alto costo,  reciben bachilleres con mejor formación académica, procedentes de familias que valoran más los estudios, de padres profesionales interesados en que sus hijos e hijas cursen una carrera universitaria, les compran libros y otros materiales, le dan seguimiento al aprendizaje.

Muchos de estos estudiantes también trabajan, pero tienen el apoyo familiar, los recursos necesarios, computadora, internet, enciclopedias y libros de consulta, habitación  para estudiar, un carro, diversas facilidades.

Con esos bachilleres mejor formados la universidad está en condiciones aventajadas. De ahí la apreciación de profesores, avalada en la experiencia de veinte o treinta años de ejercicio y estudios sobre la educación, de que el principal aporte proviene del estudiante y la familia.

Más que en la enseñanza impartida, la diferencia radica en la capacidad del alumno para asimilar los conocimientos recibidos. Profesores de la UASD son también docentes en academias privadas, de modo que en muchos casos son los mismos educadores con distintos estudiantes. En la universidad  estatal los docentes suelen tener menos controles, faltan sin mayores consecuencias, no presionan al estudiante, mientras en las privadas hay mayores requisitos. Pero, en términos generales, lo determinante no es la enseñanza, sino el aprendizaje, a quienes el profesor tiene delante como alumnos.

Los estudiantes de PUCMM e INTEC, UN IBE, UNAPEC y la UCSD tienen un bachillerato de más nivel, una cultura que los inclina a la educación, mayor propensión al estudio. En sus hogares los inducen a cumplir con el programa formativo y no pueden darse el lujo de que invirtiendo bastante dinero, ya sea con su sudor o de sus padres, tomen su educación con descuido o desgano.

No obstante, algunos no escapan al  fracaso escolar o a una formación mediocre, pocos logran la excelencia. Cambian de carrera, hacen de la universidad algo marginal, trabajan para mantener un carro, fiestas, joyas y ropa de marca, la computadora y el teléfono móviles de última generación, entre otros teneres que en el aula generan una gran competencia. Jóvenes desertan conquistados por negocios atractivos, vías más expeditas para hacer dinero rápido, mientras en unos cuantos el abandono de la carrera o retraso obedece a trastornos de personalidad, inmadurez, desequilibrios emocionales que en algunos degeneran en adicciones, drogas narcóticas, alcohol y juegos de azar.

Contrario al hedonismo y el individualismo dominantes, en las universidades de élites estudiantiles aparecen jóvenes provenientes de familias ricas o acomodadas que han desarrollado ciertos niveles de conciencia social, una visión de la vida cercana a la que puede tener un muchacho de la UASD, con aspiraciones de transformación de la sociedad.

Un común denominador en todo el alumnado, sin distinción  de estatus social,  es el escaso tiempo dedicado a la universidad, lo que conspira contra la calidad de su formación profesional. Hacen la carrera al vapor o en cámara lenta, dos y tres veces la suspenden y retoman, pasan largos años para terminarla o se retiran definitivamente, sobre todo por razones económicas.

No sólo trabajan los estudiantes situados en la base de la pirámide social, también los de clase media. Se otorgan becas, pero mayoritariamente son los propios alumnos que pagan la matrícula, incluso en los estratos medios ya pocos padres cubren a los hijos todo el costo de la carrera, compartida con la jornada laboral, a menudo la tarea principal, dedicando a los estudios pocas horas a la semana. Muchos tienen compromisos familiares, la carga económica de hijos, de unos padres y hermanos. Un fenómeno influyente son los embarazos a temprana edad, causa de deserción.

Como sus profesores, no tienen tiempo ni motivaciones para hacer vida universitaria, ni siquiera en la UASD, donde el movimiento estudiantil perdió peso dentro de la estructura de la gestión universitaria.

Otras razones 

La elección de la universidad no está sólo condicionada por su mayor o menor calidad o costo. Otras razones atraen a los diferentes recintos a estudiantes que eligen las de menores exigencias académicas, donde les otorguen facilidades para obtener el título. Prefieren las de escaso rigor y alta permisividad, con menos requisitos de asistencia, y como lo que les interesa es el título, acuden donde se lo otorguen sin mayores esfuerzos.

Seleccionan aquellas poco transparentes, tildadas de fábricas de títulos, donde todo el que ingresa sale graduado, incluso los que una y otra vez repiten. No hay procesos de depuración, ni se cercioran de la calidad en la formación de sus profesionales, los que, prácticamente, están comprando un título. Sus autoridades aseguran que aplican la baja académica, pero no es así, se valen de subterfugios para que no desciendan la matrícula ni los ingresos. Hay universidades donde históricamente la han llevado a cabo  con rigurosidad, otras siguen procesos de recuperación estudiantil.

Buzón estudiantil

Ahora nos inscribimos por la internet, uno coordina su vida a su horario, pero cuando llegas a clase, el profesor te dice que no, que la clase es otro día, y al que no le interese que se vaya.

Tengo seis años en Medicina, me he retirado varias veces, por la forma en que funciona esta universidad he durado ese tiempo, a veces te complican, te salen materias retiradas, que uno no ha hecho, te cambian horarios.

La cantidad de alumnos en las aulas es exagerada. Aquí en el Instituto de Anatomía, no puedes ver las camillas donde nos van a enseñar el cuerpo humano, los cadáveres, supuestamente deben venir diez alumnos, pero no, hay cuarenta en poco espacio.

Hay buenos médicos pero no son buenos profesores, aparte de que tienes que ajustarte a sus horarios y a sus tardanzas, muchos llegan a la hora que quieren o no vienen. Cuando el alumno llega tarde no lo deja entrar, pero cuando ellos se retrasan no hay excusas.

Estudiantes cambian el horario de la noche para el de la tarde, cuando le exigen menos. Pero en la noche la universidad está sobrepoblada, en ocasiones algunos se tienen que quedar de pie en el aula.

Para ser una universidad privada los equipos tecnológicos son muy deficientes, las computadoras están un poco desfasadas, muchas veces no podemos hacer las prácticas.

En Arquitectura los estudiantes están asistiendo más, generalmente vienen mucho los primeros días y luego se van retirando.

Los sanitarios han mejorado un poco, pero hay facultades donde todavía no han construido baños, hay algunos  cerrados, con poca higiene.

En el laboratorio de Química tiene instrumentos viejos que deberían modernizarse. Ahí no pasan de 60 los alumnos, pero en el aula sí, actualmente hay como veinte  con más de cien estudiantes.

 Estudio Odontología, no he sido constante, me retiré hace casi cinco años, y volví el año pasado, tengo que pagar 10,000 pesos por el cuatrimestre, 2,500 mensuales.

La villa de los talentos

En la cotidianidad de las aulas tintinean mentes brillantes, jóvenes creativos, de gran imaginación o agudeza analítica, con aptitudes sobresalientes para las ciencias, la literatura o las artes. Muchachos con condiciones excepcionales para las matemáticas, muchachas con excelente redacción, potenciales escritoras o artistas. Son candidatos a la excelencia, pero con frecuencia talentos natimuertos, perdidos en la rutina o en las bregas por la sobrevivencia.

La forma en que se organiza su aprendizaje no permite enterarse de esas dotes, de la presencia de músicos, de una bailarina o un poeta. Como no hay una conexión generacional, muchas veces el profesor ignora esas potencialidades, impidiendo descubrir cualidades  que permanecen latentes. 

El talento debe ser fomentado. Establecer espacios educativos especiales para jóvenes de alto coeficiente intelectual, una idea promovida por el rector de la UASD, Roberto Reyna, impulsor de un proyecto para congregar en un lugar especial a esas privilegiadas inteligencias.

—Ofrecerles, como en otros países, todas las oportunidades, no como un sistema de exclusión, sino de reconocimiento. Estamos trabajando fuertemente en eso, por eso la prueba diagnóstica de ingreso, el programa de nivelación, el reforzamiento a todos los planes de orientación.

En tal sentido se orienta una propuesta al presidente Leonel Fernández para que en vez de invertir en las casas-pensiones para estudiantes de provincias, se construya en Engombe una gran residencia estudiantil, una gran villa para la juventud, para los estudiantes talentosos.

—Eso está en camino, ya tenemos diseñados los proyectos—.

Brecha generacional

Como todo el sistema político y social, en la universidad existe un problema de conexión generacional. Sus autoridades y parte de los profesores no entienden a las nuevas generaciones, no se comunican, ignoran sus expectativas, su visión de la vida. Se quedaron en la década de los setenta del pasado siglo, quizás llegaron a los primeros años de los ochenta, no conocen el léxico de los jóvenes,   la música y modalidades de recreación. Su autoritarismo lo llevan a la universidad, no se oye a los alumnos, y cuando un profesor trata de trabajar con ellos pedagógicamente tiene por respuesta un gran mutismo.

Si no se le da salida a esa comunicación generacional, advierten docentes, la estrategia de formación fracasa, va a ser muy difícil que las academias puedan responderles adecuadamente.

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