Inexplicable falta de control

Inexplicable falta de control

Una de las peores infecciones que aparecerían en hospitales provendría de la interferencia en funciones administrativas de activistas partidarios o apadrinados sabiéndose públicamente desde siempre que tales centros figuran en la visión de traficantes de influencias como cotos para crear empleos de puro favor o en pago por servicios a liderazgos. Nóminas impresionantemente alargadas han sido denunciadas cíclicamente en establecimientos de salud del Estado. El acoso de militantes del oficialismo se traduce lesivamente en empleos superfluos y adversos a la calidad de los servicios de salud que nunca han merecido atención ni correctivos oficiales.

Ya una vez ese tratamiento de botín a los hospitales hizo renunciar a un emblemático médico y funcionario que prefirió quedarse sin cargo a contratar en exceso a dirigentes peledeistas de base en daño a un vital servicio social. Tomó ese camino en implícito rechazo a un claudicante mensaje palaciego que le solicitaba «buscarle la vuelta» a la sed de sueldos que mostraban buscadores de empleos. Estamos fritos institucionalmente si los hoyos causados por dispendios de gastos y endeudamientos en áreas hospitalarias vienen a ser descubiertos por altas jerarquías cuando ya el daño está hecho con toda su dureza. ¿Dónde están los controles internos a centros de salud? ¿Dónde están la Cámara de Cuentas, la Contraloría y la supuesta vigilancia ética gubernamental?

Chiquitos… pero tupidos

En la antología de crímenes horrendos en el país se destaca la participación de autores de poca edad, faltos de adultez legal, a los que la ley trata benignamente para exceptuarlos de responsabilidad en virtud de un esquema judicial que traspasa fronteras, pero que preocupa mucho a la sociedad. Se prefiere proteger a la adolescencia llegando a un extremo que equivale a desproteger a la colectividad, y a su pacífica gente mayor, del azote de la delincuencia.

Bajo otros Estados del mundo, de reconocida solidez jurídica y menos impunidades que aquí, los códigos permiten que los jueces procesen como personas hechas y derechas a los imberbes incriminados que al serles estudiada a profundidad la psiquis superan en discernimiento sobre el bien y el mal, y en destreza para practicarlo, a cualquier señor de edad.

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