Píndaro y Herminio han caminado y caminado por entre palmas y tierra árida hasta llegar a las orillas de un riachuelo –casi seco, pero que aún ‘respira’-… Píndaro lleva consigo un pequeño pedazo de madera para su bandera dominicana, esta vez a media asta, mientras se sienta justo al lado de la escasa agua que todavía es ‘corriente’… Baja su cabeza y acomoda sus brazos mientras sigue sosteniendo su estandarte… “¿Acaso te estás entregando tan temprano?” –le cuestiona Herminio, y agrega: “¡Quisqueyanos valientes, alcemos nuestro canto con viva emoción!” –animándolo al máximo-… Píndaro, que permanece pensativo, con su frente inclinada, le comenta: “Ningún pueblo ser libre merece si es esclavo, indolente y servil” –mientras su voz vuelve a apagarse-… Herminio, que ha estado al tanto de los acontecimientos de esta semana, murmura para sí: “Cuando a un dominicano se le olvidan las letras de su mayor identificación histórica, te dice que en el seno de una gran parte de la familia dominicana no ha habido consistencia en asimilar la riqueza que es el poseer una nacionalidad, y no ha interiorizado su significado… Y, cuando ve amenazada su tranquilidad por la injerencia de un vecino extranjero, entonces le tiembla la voz y le arropa el miedo…”.
La tímida voz de Píndaro se escucha de nuevo, mientras balbucea “…la indómita y brava siempre altiva la frente alzará; que si fuese mil veces esclava otras tantas ser libre sabrá”…. Herminio lo mira fijamente, mientras sus venas empiezan a arder al máximo, pues ha visto con estupor cómo algunos medios de comunicación se han limitado a reseñar un hecho, pero no han orientado sobre la debilidad que esto implica si no se actúa de inmediato recuperando el grado de responsabilidad que nos toca a todos fomentar cada día… “Píndaro…¡levántate y proclama que ‘se vio en Capotillo la bandera de fuego ondear’ y, así tendrá que volver a ser con ella proyectada en lo más profundo de nuestras acciones! –exclama Herminio, mientras agrega- ¡Mostremos erguida nuestra frente!”.
Puede leer: ¡Dueño del teclado y la sonrisa!
Píndaro, que ha estado escuchando la reflexión de Herminio, sube un poco su tono de voz y comenta: “Nuestro país ‘es santuario de amor… Y es su escudo invencible: el derecho; Y su lema: ser libre o morir”… Herminio, ahora se alegra de que su alter ego empieza a reafirmase en el sentido patriótico que tanto nos falta fomentar, y expresa: “¡…aún se yergue serena la victoria en su carro triunfal!”… En ese preciso instante, Píndaro va moviendo, lentamente, su cabeza hacia el infinito, mirando al horizonte, mientras se cuestiona cuán responsable, o no, pudo haber sido el olvidar, o no, la importancia de ser dominicano a carta cabal… “Me siento extraño, cuando tiendo a criticar y mirar la paja solo en el ojo ajeno, cuando justo frente a ti está vivo el olvido a tus responsabilidades como ciudadano… Hagamos un esfuerzo por replicar que esos campos en los que vivimos –que en su mayoría, ya casi todos son urbanos- ya cubiertos de gloria se ven’… Y, ¡hay que preservarlos y cuidarlos… Adquiriendo, primero, y fomentando y poniendo en práctica luego, nuestra educación moral y cívica!”.