Los condimentos, es sabido, son la esencia del arte culinario. Y en eso de las especias los mexicanos se las saben todas. En sentido general, la gastronomía mexicana tiene su sello propio, distinguida fundamentalmente por el picante, entre otros aderezos, disponiendo cada región de su toque característico de acuerdo a su historia e influencias.

Es el caso, por ejemplo, de la comida yucateca, con una fuerte influencia europea, explicada por su propia historia. En un tiempo, la Península de Yucatán fue considerada una tierra alejada del resto de México y de difícil acceso por sus terrenos montañosos. Afortunadamente, sus puertos permitieron fluido intercambio cultural y comercial con Europa, Nueva Orleans y la entonces próspera isla de Cuba, influencia que renovó su forma de vestir, su arquitectura y su cocina.

Fue precisamente este mestizaje culinario el que dio origen en la región de Yucatán a algunos platillos de excepcional exquisitez, como ese delicioso caldo de pollo desmenuzado, tostadas y jugo de lima, conocido como Sopa de lima. O ese suculento desayuno Huevos Motuleños.

Un exquisito desayuno de huevos fritos sobre una tostada cubierta de frijol refrito se adereza con salsa de tomate, jamón picado, queso blanco y se sirve con algunas rebanadas de plátano frito. Otro popular plato yucateco es el llamado Pollo pibil: piezas de pollo marinadas en jugo de naranja agria, ajo, comino, sal y pimienta; envueltas en hoja de plátano y horneadas. Y para “redondear”, otra delicia yucateca es el Frijol con puerco, comúnmente preparado en los hogares de la Península los lunes. Una versión de carne de cerdo cocida en frijol, que se sirve con arroz, cubierto con salsa de tomate y aderezado con rábano, cilantro y cebolla.