Información y comunicación forense

Información y comunicación forense

SERGIO SARITA VALDEZ
Información es poder, dice el refrán popular y nosotros agregamos que, en muchas ocasiones, el acceso a datos y a orientaciones críticas pudiera hacer la diferencia entre morir o seguir viviendo. Sin embargo, a lo que hemos de referirnos en esta oportunidad es a un tema que por su envergadura amerita de la atención de autoridades policiales, judiciales, sanitarias y población en general. Lo haremos tomando como ejemplo el relato de un reciente incidente acaecido en la ciudad capital.

Una media mañana de la primera semana del húmedo y caluroso mes de agosto fuimos llamado de urgencia para presenciar algo insólito que sucedía en el patio frontal del edificio donde se aloja el Instituto Nacional de Patología Forense. Acababa de arribar un taxista conduciendo un pasajero viviente y un difunto. El chofer lucía agitado, en tanto que el pasajero hacía referencia a una urgencia. Notamos de inmediato la presencia de un cadáver fresco en el asiento trasero del vehículo. Preguntamos el porqué de lo inusual de este tipo de traslado y obtuvimos la respuesta que acotamos en el siguiente párrafo.

Nos dice el pasajero, quien era un joven de unos veinte años y familiar del occiso, que el fenecido había atentado exitosamente contra su vida con un filoso cuchillo, por medio del cual se provocó una certera estocada en el cuello. Rápidamente y aún agonizante el herido fue conducido por el taxista a la emergencia de un hospital ubicado en la zona del Distrito Nacional. Asevera el conductor que la policía de servicio presente en el área de emergencia del centro de salud le impidió llevar al moribundo a la sala de urgencia aduciendo que ya el hombre había fallecido. Refieren que esos mismos policías les indicaron que arrancaran con el fenecido para Patología Forense.

Asumiendo para los fines de lugar que sea cierta en todas sus partes la narrativa del taxista y su acompañante uno tendría que preguntarse si esos agentes conocen realmente cuales son sus funciones en los hospitales. De seguro que no son las de médicos ni mucho menos las de perito medico-forense para derivar un cadáver ordenando su traslado sin un previo levantamiento judicial.

El deber de los agentes del orden asignados al hospital era el de tomar nota y momentáneamente detener a los que llevaron el cuerpo agónico o aparentemente sin vida del agraviado, a fin de obtener los datos de rigor en este tipo de violencia para luego informarlo a las instancias superiores. El cuerpo médico de la sala de emergencia debió intentar dar los primeros auxilios al herido y en caso de comprobar que se trataba ya de un cuerpo inerte, ordenar su depósito en la morgue, a la espera de los representantes del Procurador fiscal, médico forense y sección de homicidio de la policía.

¿Cuál es el motivo por el cual una muerte violenta se maneje de un modo inapropiado desde sus inicios? Sencillamente la falta de orientación, de entrenamiento y protocolización del manejo medicolegal en una emergencia. Urge que se inicie una campaña permanente por los medios televisivos, radiales, prensa, Internet y otras vías, en la que se instruya a la ciudadanía acerca de dónde llamar cada vez que se encuentre o identifique un cadáver. De igual manera, los directores de los hospitales deben instruir a los médicos de servicio en la sala de urgencia para que siempre procedan a dar los auxilios de lugar a toda persona que acuda o sea llevada a esa sala de cuidados.

Continuamente recibimos llamadas telefónicas de gente desorientada que no sabe a dónde dirigirse cuando confronta una situación trágica fatal. Un número de teléfono siempre asequible y disponible las 24 horas del día debe ofertarse en todas las fiscalías a la ciudadanía. Igualmente debemos contar con una flota de servicio capaz de llegar al lugar del accidente o tragedia en un mínimo de tiempo récord.

Se trata de un reto que no podemos rehusar si queremos alcanzar la eficiencia y la calidad óptima en el manejo de las victimas de la galopante violencia trágica. Una población bien informada, educada y comunicada estará en una mejor posición de enfrentar una desagradable sorpresa mortal inesperada que ocurra en el hogar, calle, área de trabajo, u otro lugar.

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