Infortunio colectivo

Infortunio colectivo

A la política dominicana le han llamado “pelotera”, “piñata”, “reperpero”, “olla de grillos”. Todos estos términos apuntan hacia el desorden, la reyerta, la falta de civilidad. No es cosa nueva; las décimas burlescas del siglo pasado consignan que los partidos políticos luchaban a mordiscos por un pedazo del erario. Un famoso merengue, que defiende al caudillo Desiderio Arias, pregona que “la política es una calamidad”. O sea, un infortunio colectivo. El merengue “declara” en su letra: “el que quiere un empleíto se tiene que arrodillar”. En la época en que se escribieron esas décimas y merengues, nuestro país era una sociedad rural.

La mayor parte de nuestra población vivía en los campos; las ciudades eran pequeños vecindarios con callecitas y plazas. La producción económica del país se calificaba como “eminentemente agrícola”. Producíamos, café, cacao, tabaco, caña de azúcar, plátanos, miel de abejas. Todos los cultivos eran reducidos, excepto los de caña, que nutrían la industria del azúcar con fines de exportación. En los años treinta la población alcanzaba un poco más de tres millones de habitantes. El 80% de ellos residía en el campo; el 20% restante vivía en las ciudades. Ahora es al revés; la mayor parte de la población es urbana; los campos se han despoblado.
Sin embargo, la conducta política no ha evolucionado mucho con ese paso del mundo rural al mundo urbano. Vivimos en ciudades extensas, con carreteras asfaltadas y elevados de varias vías. Pero las reacciones que se producen en los cambios de gobierno, tras unas elecciones, o el simple nombramiento de un nuevo ministro, revelan que seguimos siendo una colectividad con rasgos primitivos o elementales. Nos hemos industrializado bastante, ha crecido mucho la población urbana. Aunque no hemos ganado en urbanidad lo que hemos alcanzado en urbanización.
Los fenómenos demográficos y económicos no marchan al mismo ritmo que los educativos. Se ha trabajado en la reducción del analfabetismo, en la construcción de nuevas aulas, lo cual es digno de aplausos; tanda extendida, desayuno escolar, guarderías infantiles, contribuyen al mejoramiento de la educación. Los frutos de ese esfuerzo se cosecharán a largo plazo. Los “activistas” políticos dominicanos exhiben un comportamiento parecido al de los célebres “paleros” de los tiempos post-trujillo.

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