Infracción y disfrute

Infracción y disfrute

Era la candidez, la indignación desde una militancia consubstancial. Perenne contradicción entre la realidad y los hechos. Tropezón de la doctrina y la especulación, con la decisión del desespero y la ignorancia. Después de la denuncia, producto de la investigación, la apuesta legal pretendía ser remedio, aspiraba prevención y cambio. Tumbos previos, permitían la indefinición. Algunos avalaban, sin contexto legal, una persecución chabacana, con efectos dramáticos. Había trabajos dispersos y, como es natural, la censura desde la hipocresía y la negación. El tino de Magaly Pineda, propició, desde el Centro de Investigación para la Acción Femenina-CIPAF-, la indagatoria que abocó en un texto fundamental que enorgullece: Prostitución: Esclavitud Sexual Femenina (Cavalcanti- Imbert-Cordero. 1985). El revuelo fue grande. Había un cambio de nomenclatura, gracias a la transformación que la perspectiva feminista aporta. Resultado no apto para pacatos y propio para abordar una situación que escuece, aunque produce beneficios extraordinarios a sus gestores. La premisa elemental: para que exista una persona prostituida, es necesario un prostituyente. Sor Juana lo advirtió, en el siglo XVII: cuál es más de culpar, la que peca por la paga o el que paga por pecar?”
El texto circulaba y más circulaban los rumores. Precedían la publicación las habituales redadas con apresamientos, la extorsión a las mujeres confinadas en lupanares, apostadas en las esquinas, escondidas tras cortinas. Los secuestros y engañifas, para el transporte de la mercancía. Fue la época del informe presentado por Jean Ferrand Laurent, ante el Consejo Económico y Social de la ONU, con el detalle de la Red Internacional que Trafica con Mujeres. La evidencia no permitía subterfugios. El país estaba en la ruta. Los detalles del tráfico eran conocidos en campos y ciudades. Legiones de mujeres ilusionadas, abordaban aviones para aterrizar en el infierno que le garantizaría prosperidad y manutención a la prole abandonada. Muchachada encomendada a la parentela con la promesa de un envío, sin importar origen. Desarraigo y desamparo. Secuela de excesos indecibles. Repugnancia y horror. Testimonios desgarradores, sin arrepentimiento y con la convicción de la pertinencia del oficio.
La publicación del libro citado, permitió a muchos aprender que, en el territorio nacional, la prostitución no está prohibida. Recrea el intento regulador de la tiranía, aventura que fue precedente por la fugacidad de su vigencia. El 28 de febrero de 1958, Héctor B. Trujillo Valdez promulga la Ley 4862 que prohibía la prostitución. El 2 de marzo fue derogada. Bellaquerías de la satrapía. Bastó una crítica en el “Foro Público”, para la derogación. El rumor afirmaba que la aplicación afectaría los negocios de María Martínez y su hermano.
El tráfico de mujeres se convirtió en costumbre. El engaño primigenio no era tal. El acopio de datos validaba complicidad y autorías. La publicación de “Tráfico de Mujeres: visión de una nación exportadora” (Imbert Brugal C. CE-Mujer) identificaba sectores involucrados. Fundaciones transnacionales, dedicaron esfuerzos para asistir a cientos de dominicanas vejadas en las calles y antros europeos. La exportación se extendió y las dominicanas traficadas estuvieron por doquier. Las invitaciones se multiplicaron para conocer aquello y el resultado no fue el mejor. Víctimas agresivas reclamaban por la intromisión en sus vidas. La travesía servía para ratificar el prejuicio contra nosotras, sin importar el motivo del viaje. Yolanda Santana, representante de la Coordinadora de Mujeres del Cibao, fue ultrajada en líneas aéreas y aeropuertos alemanes. Juntas hicimos un recorrido inolvidable que sirvió para modificar estrategias.
La promulgación de la ley sobre Tráfico Ilícito de Migrantes y Trata de Personas, es un logro. Tipifica y sanciona, sin embargo, no disuade. Un reciente caso de secuestro y tráfico, demuestra la fortaleza de esa industria. Confirma que, detrás del disfrute ajeno y la burla, la excusa y el repudio, está el crimen. La trata debe enfrentarse sin moralina. El uso y la disposición del cuerpo, del propio, es opción, derecho. Ofrecerlo, con o sin necesidad previa, atribución individual. Empero, la coacción para hacerlo, es infracción. Amerita persecución.

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