En tanto que políticos, analistas y “expertos” de todo el mundo invierten miles de horas y toneladas de papel en intentar convencer de las “debilidades” de China y la “entraña malvada” que esconde, las autoridades chinas y sus actores económicos se dedican sin pausa a construir un andamiaje de infraestructura planetaria que comprende redes ferroviarias intercontinentales, rutas marítimas y una telaraña portuaria igualmente de alcance universal. El líder chino, en camino de que lo satanicen y en proceso de que lo conviertan en expresión del “mal” que amenaza al mundo, por el simple hecho de estarse encargando de ocupar los espacios que otros abandonan y asumir el mismo liderazgo que otros ostentaban. En tanto unos aspiran que sus sueños puedan convertirse en realidad y ver a China venir a menos, Xi Jinping se muestra dispuesto a convertir a China en una pesadilla para aquellos dormidos y trasnochados en el pasado y ha anunciado el objetivo de hacer de su país “un líder global en cuanto a fortaleza nacional e influencia internacional” para 2050. El gobierno chino invierte inmensos recursos –única economía que dispone de esos cuantiosos flujos financieros hoy día- destinados a consolidar oportunidades estratégicas. El mundo cambió y seguirá cambiando y hay un escenario que no se va desfigurar.
A muchos le provocó risas, aunque fue una expresión dolorosa, aquella advertencia a América Latina del secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, antes de iniciar una gira por Sudamérica, de que la región no necesita un nuevo “poder imperial”. Sin embargo, China sigue activa y expandiéndose por la región y el mundo. Tiene vigente acuerdos de libre comercio con 21 naciones – EE.UU. con 20 – y está negociando otros 12. En Latinoamérica ha concedido más préstamos que el BID. En 2017 invirtió 120 mil millones de dólares en 6236 empresas de 174 países. Desde 2010 es primer exportador mundial por lo que ha desarrollado su infraestructura portuaria. Sus puertos ya copan los diez primeros lugares del mundo con seis posiciones y el primero del planeta es Shanghái con 678 millones de toneladas. Ha invertido cientos de miles de millones de dólares – no está equivocada la cifra – en instalaciones portuarias nacionales y en todo el mundo. Tiene bajo control más de 50 puertos en todo el mundo con cientos de muelles en Europa –tres puertos que en conjunto representan el 10% de la capacidad portuaria europea ya pertenecen a compañías chinas-, por toda Asia, mar Egeo, África, Sudamérica, Caribe, a los cuales moderniza. Si en 2016 invirtieron 10 mil millones en la compra de puertos en la bolita del mundo, en 2017 fueron 20 mil millones los destinados a esas compras portuarias. Pone en práctica gran habilidad para hacer coincidir sus objetivos con las aspiraciones estratégicas de las naciones donde desembarca. Cosco –segunda naviera del mundo- y CMPort poseen entre las dos casi 80 puertos en decenas de naciones. Es lo que los chinos llaman su “collar de perlas”.