Existe casi consenso en cuanto a que el desaparecido Freddy Beras Goico fue el más versátil artista dominicano.
Esto se debe a que unía a su inmenso talento una sólida cultura, de la que sin embargo no hacía ostentación.
Un día me confesó que había tenido que enfrentar a personas que usaban con él peyorativamente el calificativo de “cómico”.
En medios impresos y electrónicos de comunicación llevo más de cincuenta años haciendo humor, por lo cual he vivido, o quizás debí decir padecido, situaciones enojosas.
Una noche asistí a la presentación en el Teatro Nacional de la ópera Rigoleto, de Verdi, y un joven se acercó, y con burlona sonrisa me dijo: quiere decir que el cómico está hoy en cultura.
Violentando mi humildad característica, la respuesta llegó a los oídos del mozalbete con estas palabras: el que está en cultura eres tú, porque yo soy culto.
Y de inmediato inicié una exposición sobre la vida y la obra del genio musical, tras lo cual pedí a mi forzoso interlocutor que hiciera lo mismo.
El desconocedor de las reglas de urbanidad se alejó rápidamente, poniendo de manifiesto su incultura en cuanto a la música sinfónica.
Un día fui a comprar una pieza de mi vehículo, cuando en la tienda me cantaron la suma que debía pagar, elevé una tímida protesta.
Un tipo que se encontraba cerca, le dijo al dependiente: no se por qué se queja, pues se lo gana fácil haciendo cuentos en televisión y en periódicos. Quien debería protestar por los precios altos soy yo, que levanto los pesos emburujado en un taller de mecánica, cargando hierros, y dando mandarriazos.
Las personas que estaban cerca no pudieron contener la risa, por lo que consideré oportuno salirle al frente al individuo.
-Quiero que me apuntes en un papelito tu nombre, y los números telefónicos de tu casa, y de tu taller, para conseguirte un espacio en el periódico donde publico mis artículos. Espero que sepas agradecer que te ponga a producir más dinero con menor esfuerzo. Ah, y lo mejor es que no tendrás que dejar de “mecaniquear”.
El hombre retrocedió con ojos desmesuradamente abiertos, y su respuesta llegó en tono bajo, casi inaudible.
-Yo no podría escribir ningún artículo porque no soy periodista, y apenas aprendí a leer y a escribir.
-Lamento mucho que usted no sirva ni para producir dinero con trabajos fáciles- respondí, provocando mayores carcajadas que las generadas por el personaje burlón.