Ingenuidad colectiva y trampas populares

Ingenuidad colectiva y trampas populares

Eusebio Rivera Almodóvar

Me satisface haber contribuido con mis opiniones a la puesta en operación de numerosas cámaras de vigilancia policial, aunque aún me preocupan el factor apagones, el hurto y el vandalismo que algunos delincuentes pudieran ejecutar contra las mismas. Los mensajes de prevención que actualmente se difunden por las televisoras, editados y narrados magistralmente, están apoyados en imágenes de estas cámaras públicas por cuya instalación el gobierno y todos los patrocinadores merecen una cálida felicitación.
Como se esperaba, la marcha contra la corrupción y la impunidad fue espectacularmente exitosa. Sin embargo, tal como apunté en mi anterior colaboración, es un primer paso que debería ser seguido por medidas punitivas ejemplarizantes protagonizadas por jueces con incuestionable probidad. Deberíamos emprender una jornada nacional contra la ingenuidad representada por la creencia de que los corruptos son tan pendejos como para dejar claras huellas de sus sinvergüencerías: Ellos no firman, no tienen acuerdos o conversaciones públicas, no realizan intercambios visibles ni están presentes en maniobras dolosas, utilizando a los famosos testaferros, a quienes nadie puede vincularlos. Por eso se ríen de la justicia y comentan a viva voz “no hay pruebas y nadie puede juzgarme ni condenarme” y es aquí, justamente, donde se necesitan trampas, grabaciones y cámaras ocultas, para que los que se pasen en rojo con los recursos del Estado, queden grabados como los conductores temerarios de los anuncios televisados, para que no haya posibilidad de que sigan burlándose del pueblo lavando dinero del erario en habitaciones oscuras, callejones tenebrosos y bancos extranjeros donde el anonimato viste de deslumbrantes vestidos a muchas mujeres y de smoking a muchos hombres que son verdaderos ladrones nacionales.

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