Ingrata negación

Ingrata negación

Ha de ser el fruto de una insana falta de gratitud el haber desnaturalizado el pensamiento y los principios de Juan Pablo Duarte para convertir en lo que es hoy el sueño de aquel prohombre nacido un día como hoy de 1813.

Contra su prédica de que la República Dominicana ha de ser libre de toda dominación extranjera, quienes han guiado a este país lo han entregado al dominio de acreedores internacionales sobre la base de un desmedido e irresponsable endeudamiento.

Contra sus principios, la justicia social es una quimera para los desvalidos, pero un maná de ganancias para quienes amasan riqueza a costa de los más pobres.

En un día como hoy abundarán las ofrendas florales de muchos personajes, sobre todo políticos, en bustos y monumentos dedicados a Juan Pablo Duarte. Los actos y discursos a su memoria estarán a la orden del día, y serán recitados sus principios moralizantes sin el menor rubor.

Sin embargo, estas proclamaciones en nada redimen conductas que hacen tan increíblemente difícil castigar los actos de corrupción, desarticular el microtráfico de drogas en los barrios, hacer que paguen ante la Justicia los delincuentes, los de cuello blanco y los de otros «cuellos», y así sucesivamente.

Eso sí, son muy prestos para mudar de fecha, de un plumazo, una conmemoración tan importante y solemne como la de hoy.

-II-

Los sucesos históricos que tuvieron como desenlace el grito de independencia de 1844 estuvieron fundamentados en la ocupación haitiana de nuestro territorio.

La expulsión del intruso fue la máxima inspiración para las luchas independentistas.

De manera asombrosa, hoy son precisamente dominicanos los que alientan, a cambio de unos pesos, el ingreso furtivo de haitianos que traen consigo pobreza, que depredan nuestros bosques.

La crítica no es un llamado a la discriminación ni un arranque de xenofobia, sino un intento porque los dominicanos se sientan más dominicanos, más identificados con Duarte, más defensores de la patria que nos legó.

Tan lejos estamos en estos tiempos de la prédica justiciera de Duarte que hasta los propios representantes de los desvalidos conspiran contra lo que puede beneficiar a estas clases marginadas.

La seguridad social es, quizás, el ejemplo que ilustra con mayor acierto la traición de que es víctima una clase trabajadora que es traicionada por quienes deben defender sus reivindicaciones.

Y ni hablar de la falta de oportunidades, las precariedades de la enseñanza y la salud, de los servicios públicos y las prestaciones sociales, justo en un país cuya economía creció más que todas las economías del hemisferio en el año 2005.

Esta, definitivamente, no es ni por asomo la patria que Duarte empezó a construir. Atribuirle al prócer habernos legado este amasijo de desvergüenza sería una ofensa grosera a su imperecedera memoria.

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