EFE. Reportajes. Escondido en un pequeño municipio brasileño, Inhotim es un bucólico lugar en el que se mezclan un jardín botánico, galerías de arte contemporáneo y el paisajismo, atractivos que lo han convertido en punto de referencia para el turismo en el estado de Minas Gerais.
Rodeado del verde de las montañas del Vale do Paraopeba y de la Serra da Moeda, Inhotim ocupa un área de 97 hectáreas de la antigua hacienda del empresario Bernardo Paz, precursor del parque-museo que abrió sus puertas en 2005. Desde entonces se ha convertido en un refugio del arte en constante transformación por la incorporación de jardines y distintas instalaciones.
Sesenta kilómetros separan a Inhotim de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais (sudeste de Brasil), con la que se comunica por una carretera que deja ver la prosperidad económica de la región, con numerosas industrias del automóvil en ambos lados de la vía, un escenario gris que contrasta con el idílico paisaje que el parque-museo reserva a los visitantes.
Al dejar atrás la salida de la autopista BR 381, el paisaje comienza a cambiar y las estructuras de las fábricas ceden espacio al verde de las sierras de Minas Gerais, un estado que destaca por su producción láctea.
Paraíso de especies tropicales. Brumadinho, un pequeño municipio de 35.000 habitantes cuyo nombre remite a la bruma que cubre permanentemente la zona, el olor de la comida campestre y las artesanías expuestas en los portones introducen a los viajeros a la cultura minera, una de las más tradicionales de Brasil.
Una especie de túnel formado por árboles completa la recta final del recorrido hacia Inhotim, cuya entrada, sobre una ladera, todavía esconde los encantos del lugar incrustado en la geografía serrana del sudeste brasileño. Al llegar, un inmenso estacionamiento repleto de vehículos es la primera señal del constante movimiento de turistas y amantes del arte en Inhotim, un sueño por el que Paz comenzó a trabajar en la década de los ochenta.
Paz, un exitoso empresario y coleccionista de arte de la región, pensó entonces que su residencia de campo podría albergar algunas obras de arte y por eso invitó al paisajista Roberto Burle Marx a participar en el proyecto de edificación de un museo-parque.
De esta manera, la idea de Paz le dio vida a obras de artistas como el propio Burle Marx (1909-1994) y Tunga, uno de los principales exponentes del arte contemporáneo brasileño y quien tiene dentro del parque museo una de las galerías más visitadas.
Poseedor de una amplia colección artística, el empresario concluyó que Inhotim era una cosa que no podía quedarse sólo para él y entonces comenzó a planificar la creación del parque-museo, que vio la luz en 2002 con la inauguración del Instituto Inhotim, el soporte institucional del proyecto, explica a Efe Renato Tavares, director de Comunicaciones del jardín botánico. El parque-museo nació como tal en 2005 con una extensa recopilación botánica de especies tropicales, algunas raras, y un patrimonio artístico de relevancia internacional.
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Experiencia para los sentidos
Según Tavares, las galerías de arte, muchas de ellas al aire libre, reciben obras permanentes y exposiciones itinerantes de artistas de Brasil y del exterior, pues Inhotim es un espacio para artistas y público de todo el mundo. Cada día, decenas de turistas provenientes de todos los rincones de la extensa geografía brasileña y de varias partes del mundo llegan a Inhotim, en su mayoría aconsejados por alguien que ya visitó el lugar.
Es una experiencia en todos los sentidos la que el lugar propicia, en especial por la belleza del jardín decorado con grandes obras de arte, opina el turista portugués Telémaco Benigno, que en un viaje de negocios a Belo Horizonte quiso comprobar por sí mismo la fama de la belleza de Inhotim. Para Benigno, Inhotim tiene que ser más difundido y promocionado en el mundo, ya que es un lugar tan especial como ese difícilmente se puede encontrar en otras partes.