En un país tan politizado como el nuestro, no es raro que a casi dos años de las próximas elecciones presidenciales, se lancen al aire los resultados de las preferencias electorales de la población en base a encuestas que patrocinan medios de comunicación, grupos empresariales y partidos políticos.

Entre estas mediciones hay algunas realizadas por firmas de prestigio y confiabilidad ganada por sus aproximación a los resultados de procesos electorales pasados, y otras que carecen de credibilidad por la poca profesionalidad y seriedad de sus representantes.

Pero al margen de estas consideraciones y a los distintos pronósticos que puedan anunciarse, hay una realidad incontrovertible, y es la supremacía del PLD en el campo electoral dominicano debido, entre otras cosas, a su disciplina interna y a la división de la mayor fuerza opositora, el PRD.

Esta situación se da, independientemente de los deseos de gran parte de la población, y de los pocos partidos y entidades de oposición que aún se mantienen con cierta independencia porque no se han dejado absorber por el PLD.

Considero que una forma de unir al fragmentado PRD, y ponerlo en condiciones de competir con el PLD, es llevando a Luis Abinader como candidato procurando el respaldo de Miguel Vargas y sus gentes, quienes seguramente lo apoyarían, lo que difícilmente harían con Hipólito.

Esto, debido a la potabilidad y prestigio de este joven candidato, al bajo posicionamiento de Miguel Vargas en todas las encuestas, situación que no creo cambie mucho, y a la tasa de rechazo a Hipólito quien hizo un mal gobierno y ha fallado dos veces en sus aspiraciones de volver a ser presidente.