Iñigo niega su propia existencia

Iñigo niega su propia existencia

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
Supe que tras mi artículo de la semana pasada, en varios cenáculos se recibió copia de la carta que paso a transcribir: Señor Director: Debo ocuparme del artículo titulado O Les recuerdo a Íñigo, filósofo, por su torpe articulista José Báez Guerrero, publicado el viernes pasado, para desmentir de la manera más categórica mi propia existencia. El ensayo “Propinquity of Self”, que ciertamente he compuesto, tras incontables horas de desvelo científico, no merecía la divulgación infligida por su temerario colaborador.

Como consecuencia del referido artículo, en un remoto valle cerca del nacimiento del río Xingú, afluente del Amazonas que discurre de sur a norte (¡como el español!) no florecieron hoy varias especies desconocidas de orquídeas, afligiendo a innumerables mariposas del Mato Grosso; en el Tíbet nació un yac albino, cuya madre sólo produce ahora leche escandalosamente blanca; y en una isla sin nombre al norte del golfo de Carpentaria, entre Australia y Nueva Guinea, un pescador aborigen jura haber oído a un pez hablar, anunciando con lágrimas azules el fin de un lejano mundo, una irrelevante profecía.

Cumplidas las tareas de comunicarle a usted y los lectores del periódico Hoy, como primicia, las consecuencias del desdichado artículo (que como ven, afectaron con su temblor a todo el planeta), y de negar, inequívoca y afortunadamente, la posibilidad siquiera remota de que pueda yo existir en otros lugares que no sean el tintero de su articulista y las mentes de sus lectores, sólo me queda despedirme, Con un fuerte abrazo, Íñigo Montoya, Ph. D”.

Vi con regocijada sorpresa la carta del científico y filósofo escocés negando su propia existencia. En las 645 páginas de su ensayo “Propinquity of Self”, que comenté el viernes pasado, existe un profético capítulo en el cual nuestro polígrafo anglófilo advierte que en alguna isla caribeña alguien podría quizás atreverse a verter en castellano algunas de sus originales ideas sobre la vida, el amor, el sexo, la política y la metafísica.

El capítulo profético trata de analizar todas las posibles variaciones y consecuencias de una eventual traducción al español de “Propinquity of Self”, y concluye abogando ardorosamente por una prohibición universal de la propia obra en cualquier lengua que no sea la inglesa. Como una post data (un “after thought”, noción casi intraducible), en la página 501, Montoya expone: ³Me preocupan principalmente las Indias Occidentales. Allí, la mezcla de razas y culturas, los efectos de la templanza del clima y la falta de rigor de ciertas leyes, sobre todo en las islas donde no se habla inglés, hace previsible que algún aventurero, periodista o diletante intente propagar estas ideas, traduciéndolas. En tal caso, será preciso desprestigiarlo inmediatamente mediante el mayor razonamiento absurdo: negar mi propia existencia, y la de este libro. Pensarán que está loco. Sólo así podremos salvarnos de las consecuencias catastróficas de alguna traducción incompleta que alborote o trastorne las vidas apacibles de esas gentes.

El doctor Montoya, cuyos enciclopédicos conocimientos científicos le hacen el más sabio de los miembros vivos de la “Overseas Literary and Learned Gossip Society of Edinburgh”, fundada en 1708 tras asumir el trono un nieto de María Estuardo, unificando los reinos de Escocia e Inglaterra, confiesa en el mismo capítulo su admiración por V. S. Naipaul. Montoya, con característica flema escocesa, dedica el más breve de los capítulos de su portentosa obra al tema de “Amores a punto de perderse sin ninguna buena razón”. El largo título traiciona la parquedad del autor al tocar este punto. La glosa de esta cuestión podría resumirse con cinco o seis tópicos, pues hasta Montoya estaría de acuerdo en que amores, perdiciones y razones han ido siempre de la mano, desde Adán, Eva y el Paraíso.

La carta de Montoya negando su propia existencia es la primera prueba fehaciente de que no sólo es de carne y hueso, ¡sino además profeta! Esperemos a ver si este artículo también le llega hasta Escocia. Dios nos coja confesados.

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