Injuria y procesos

Injuria y procesos

En aquel tiempo la vorágine amenazaba a otros. El protagonismo era distinto. Época y pendencias diferentes, otros sueños y la espera. Una apuesta por el cambio, por la transformación de una sociedad. Sueños bisoños que contra la pared se convirtieron en pesadillas. Continuaron los sempiternos acotejos, esta vez sin sacrificios. Hubo un invento de gloria en el relevo levantisco que nunca ha sido retado. Compromete demasiado la porfía. Decir tú fuiste, decir yo no, decir no disparaste, huiste, transaste, será siempre rumor de tertulias, cada vez más opulentas. Porque hubo quiebres y también la lucidez que ha permitido renombre. Esa marrulla existencial que aquí construye proceratos indiscutibles, como si cada quien no supiera cómo se templa el acero, cómo se amasan fortunas, cómo se acalla el pasado.

El desconocimiento de procesos, de normas y atajos, también la desconfianza en el Poder Judicial y en el Ministerio Público, permitieron la injuria. La ausencia de institucionalidad facilitó la infamia. El Foro Público sin Polidoro. Desde el 30 de mayo del 1961, hasta hoy, más que sentencias se juega con la calumnia y así la honra es funámbula, no interesa, se degrada. Es el malabarismo ético, porque si es mentira la imputación contra uno, será falsa también contra otros. Empero, el regodeo es estupendo y en la calle, más que saludos, se habla de ladrones y matones como del calor y el viento. Y el estilo gusta y cala. Imitación de lo peor. Recreación de aquel Torquemada que asqueaba con una perorata cotidiana destinada a enlodar adversarios. No quedó virgen ni mártir indemne. Todos concupiscentes, desfalcadores, narcotraficantes. Caballerizas millonarias, pistas privadas para el aterrizaje de aviones con cargas infractoras, inversiones en Venezuela, España, en Centro América. No conforme con la retahíla de crímenes y delitos contra la cosa pública y las propiedades, se agregó el asesinato. Jornadas interminables relatando el iter criminis. Y comenzaron los procesos penales, porque los hubo y también hubo sentencias. Algunas mostrencas, otras ratificaban la infamia, o avisaban, que después del tiranicidio se gestaba la conformación de una casta indemne, impune, sin justificación laboral para su patrimonio, pero con suficiente astucia para manejar la opinión pública, extorsionar, influir, mentir y acomodar. Desarrapados hábiles, que buscaron las mejores rutas para justificar la molicie y construir su hidalguía de pacotilla. La reyerta fue de tal jaez que compañeros de partido aireaban los trapitos, descubrieron que no solo la denuncia desde afuera tenía buenos resultados y comenzaron adentro. Vinieron los agravios, las divisiones, los nuevos partidos y también la derrota del sistema judicial, la poca valía de sus decisiones. La historia no ha cambiado. Después del esfuerzo, de las investigaciones, deficientes o no, vienen los arreglos, la amnistía, el no acatamiento de providencias, de conducencias, las huidas, los exilios, las enfermedades.

Las imputaciones tienen finalidad política, pretenden la descalificación y la deshonra, no la condena por la comisión de la infracción. Por eso, por el olvido acomodaticio y las intenciones aviesas, por el pasatiempo, culpables de otrora, condenados de hace un rato, se suman. Sus voces aportan al griterío reivindicador. Para una generación que recuerda y conoce, su participación en las jornadas éticas, ratifica la complicidad, la derrota de los principios, el fracaso del intento penal. El recuento de fiascos judiciales, obliga una pausa para descubrir dónde está el error que provoca el descrédito de iniciativas tendentes a retar la impunidad. Obliga también la mención de los perdones, de los responsables que consiguen la indulgencia de sus acusadores, por la cercanía afectiva, el oportunismo o por, el peor de los argumentos, argüir el monto de lo desfalcado. Continuar sin reflexión es avieso. Propicia la reseña sin consecuencias. La crónica light de la prevaricación desde aquel “álbum de la corrupción.” El pagar o pegar. Estrategia que valida a tantos comprometidos con la infracción, que ahora esconden culpas tras intimidación y galanura. Amenazan con procesos, pero prefieren la injuria.

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