Injusticia

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BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
11 de setiembre de 1973, Freddy Gatón Arce, director de El Nacional de Ahora, sale con varias cuartillas en las manos y ordena cambiar la edición del día: las fuerzas armadas chilenas atacaron el palacio de La Moneda, en Santiago de Chile y en el golpe de Estado el destino del presidente Salvador Allende es incierto.

Nadie pudo determinar cuántos y  dónde fueron muertos por la cobardía y la genuflexión de militares que, en América, sirven normalmente como ejércitos de ocupación contra los pueblos que los mantienen.

Millares de personas presas en estadios. Millares de personas que debieron huir para salvar sus vidas. Millares de personas que lograron llegar al exilio.

Actuaron como si Chile fuera propiedad de cuatro guardias abusadores, tres curas sinvergüenzas, unos cuantos ricos buscando enriquecerse más, a como diera lugar y la presencia nefasta del gobierno norteamericano,  esta vez representada por Richard Nixon, Henry Kissinger y otras alimañas políticas.

Callar a los músicos, a los pensadores, a los poetas, a los periodistas, a los sindicalistas, a los profesionales, a los maestros, a las amas de casa. Matar, asesinar, perseguir, abusar, torturar, engañar, chivatear, verbos que se conjugaron hasta el cansancio en una ola de temor que hay que evitar se produzca otra vez, en cualquier lugar el mundo.

Una ola de silencio, miedo, complicidades, cobardías, actos de valor, solidaridad, sopló sobre Chile y se llevó la libertad. Imperó la vida de cuartel.

Meses de toque de queda que hubo que levantar a petición de empresarios cuya producción era insuficiente por las pocas horas cortos horarios en los que se permitía la circulación de personas. Lo que se presentó, entonces, como una lucha entre la libertad y la tiranía, entre la democracia y el comunismo, fue sólo un ejercicio de mercadeo político que vendió, con poco éxito, el golpe contra el derecho a elegir conforme a lo que decida la mayoría, como había sido elegido Allende.

Falso que, como ha dicho el tal Kissinger, que Nixon y él aplicaban la doctrina de política internacional de Estados Unidos de promoción de la democracia.

Ello, independientemente de que cada país debe escoger con libertad el gobierno que desea. Escribí claro: escoger con libertad el gobierno que cada pueblo  desea para sí.

La lucha entre la libertad y el miedo, la lucha entre la tiranía y la democracia es una brega diaria en defensa de lo bueno: de la libertad, de la democracia. Pueblo que se descuida y desconoce su historia y la de los demás países, es pueblo que puede caer bajo el dominio de religiosos intolerantes, una verborrea supuestamente progresista y desarrollista o la bota de militares ensoberbecidos acostumbrados a matar a gente indefensa y desarmada.

Ahora que veo las imágenes de la mujer y los hijos de Pinochet procesados y detenidos por la justicia chilena, pienso en la imprescindible modificación constitucional pendiente que elimine la prescripción de la pena para que cumplamos con Duarte quien dijo con toda claridad: el crimen no debe quedar jamás impune.

Los Pinochets dominicanos, asesinos, ladrones, golpistas, enemigos demostrados de la democracia, andan juntándose con la gente, mezclados, como si todos fuéramos iguales. Y no lo somos.

Y no lo seremos.

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