Injusticia e impunidad

Injusticia e impunidad

Quienes ostentan temporalmente el Poder, deben tener en cuenta que marineros somos y en el mar andamos, que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, que la herejía de hoy es el credo de mañana, que no siempre la soga se romperá por lo más delgado, que quien abusa de su autoridad, mejor temprano que tarde será cuestionado y que ninguna “razón de Estado” será válida y aceptada cuando se es cuestionado por sus acciones.
Nos ha faltado voluntad política para hacer justicia sin que intervengan amiguismo, compadrazgo, privilegios.
Lo que resuelve la mayoría de nuestros problemas es una administración de la Constitución y las leyes, ejercida por hombres y mujeres capaces, inteligentes, corajudos, que actúen nada más que al servicio de la justicia.
Sólo recuerdo el caso del licenciado Heriberto Núñez, aquel prócer de la República que fue el único magistrado juez que le paró el coche a Trujillo cuando declaró no válidas las elecciones de 1930, porque el tirano y su pandilla hicieron todo tipo de marrullas, triquiñuelas, abusos para alzarse con el poder.
De eso hemos carecido, de hombres y mujeres para quienes una posición de juez no sea una vía para enriquecimiento ilícito sino un escalón para subir al Olimpo de la gente seria, de las personas que se puedan ver al espejo juzgarse a sí mismos y resultar inocentes. Eso es lo que diferencia un juez de un mequetrefe subyugado por el poder al servicio de las peores causas políticas y económicas.
Tras la muerte de Trujillo no hubo ni siquiera una decena de procesados por los muchos crímenes cometidos en ese largo período.
Hemos soportado toda suerte de diabluras sin que se haya hecho justicia, es más, ni siquiera se ha intentado investigar los delitos económicos y las violaciones de los derechos humanos y constitucionales que incluyen asesinatos, desapariciones.
Pongo por caso lo ocurrido con los golpistas que derrocaron el gobierno constitucional de 1963, obispos, curas, ricachos enriquecidos de manera sospechosa, militares que se han prestado a toda suerte de vagabunderías y abusos, políticos sin escrúpulos, mentirosos, farsantes, todos continuaron sus vidas sin siquiera un señalamiento por su acción maligna.
Y si hablamos de la Guerra de Abril de 1965, los genocidas, los asesinos, los que mataron a gente amarrada, fueron premiados con oro en sus charreteras y con altos puestos públicos para que robaran con impunidad.
Como dijo José Martí “Es la hora de los hornos. ¡Es la hora de los pueblos! ¡Es la hora del futuro! ¡Sin vacilar, Venceremos
No nos dejamos allantar con el proceso amañado y digno del circo romano de Odebretch. No hay justicia. Luchemos por ella.

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